martes, 11 de diciembre de 2012

¿Opinión vs. Ética?


Luis Sexto

Gusto de tener presente un apotegma del brasileño Leonardo Boff. El ex sacerdote y teólogo de la liberación recomendaba que, ante un debate, una crítica,  había que partir de una perspectiva ética más que de un punto de vista “meramente político”. Lo cual para mí significa que ningún juicio político sin ética es honrado. "Importa, decía Boff, que  comencemos por ser honestos”. Y dejemos que la realidad se muestra “tal cual es”. 

Por lo regular, cuantos enjuician a Cuba y sus circunstancias en Washington, Miami, Madrid, o en cualquiera de los medios de prensa dominantes y globalizadores del planeta, esconden la realidad cubana. También la esconden en los tea party de los crepusculares grupúsculos anexionistas locales. 

Unos y otros aducen que los problemas actuales de Cuba son provocados por el estado socialista. De lo que resulta que el organismo político, social y económico que tanto ha realizado por el país y sus habitantes es el culpable de las espinas del período especial. Es decir, culpable de los apagones -cuando los hubo de modo casi general-, la Revolución que electrificó el 95 por ciento de un país inelectrificado; culpable de la escasez de medicamentos, la Revolución que graduó a más de 70 000 médicos sobre los 6 000 de 1958; culpable de las enfermedades, la Revolución que extendió a 78 años el promedio de vida de los cubanos que hace cinco décadas vivían unos 62; de las dificultades escolares, la Revolución que enseñó a leer y escribir a un 40 por ciento de analfabetos y graduó un millón de profesionales; culpable de los salarios deprimidos, la Revolución que convirtió el trabajo en un derecho popular y un deber estatal; culpable de ciertos desvalores, la Revolución que enseña la solidaridad, el amor al semejante, el predominio del ser sobre el tener... 


Ese es el análisis. Exactamente. Realidad atribuida única y fanáticamente a los presuntos errores –que no excluyen numerosos reconocidos y rectificados o por rectificar- y a la "voluntad destructora" de cuantos gobiernan en Cuba. Nada, desde luego, de lo otro: la obra levantada. Los problemas resueltos. Los empeños por resolverlos. Y el apoyo de una mayoritaria decisión ciudadana. Y nada tampoco de lo de más allá: la guerra sucia de EE.UU. El bloqueo. Las leyes extraterritoriales. Eso no cuenta. Que si Cuba afronta iliquidez financiera, y el FMI y el Banco Mundial no le prestan dinero como prestan todos los días a cualquier Estado, porque EE.UU. se opone, culpa es del gobierno cubano. 

Y así, la realidad se escamotea descaradamente. Ese es el modo de actuar de “la libertad de cierta luz” vitriólica y vitrálica que busca generar la oscuridad. Estemos atentos. Se nos quiere ofrecer el cinismo como posición objetiva, justa y honrada. Y el cuento se reduce a este cuadro: te asfixio apretándote el cuello, y luego, sin soltarte, digo a todos que te estás ahogando. Te culpo. Y te lo reprocho. Actitud cínica. Y cinismo, define el diccionario, es impudicia. Desvergüenza. 

CUALQUIER TIEMPO PASADO... 
La historia es. Nunca podrá ser como pudo haber sido. Los hechos son impertinentes. Guárdelos en un par de medias desusadas. Y aparecerán de improviso en cualquier gaveta. Rodando. Rodando. En cosas de historia, la mentira no perdura. La nariz le crece al mentiroso. 

Ahora parece estar de moda en Estados Unidos delinear la historia de Cuba como ciertos cocineros del desmán quieren que haya sido. Dicen en Miami, por ejemplo, que Batista fue un paradigma de patriota. Apelan a la desmemoria, que suponen posible en las nuevas generaciones, para con un pasado que no fue, invalidar el presente, que sí es. Porque, si el golpista del l0 de marzo fue un patriota, para qué revolución. Pero los hechos, los hechos... Basta ojear algún resumen histórico de la mafia norteamericana, digamos la vida y milagros de Lucky Luciano. Y de pronto, Batista, ahí, facilitándoles el acceso a Cuba, y a los casinos, los hoteles, la trata de blancas y el tráfico de drogas,  a los negocios azucareros. Y también cobrando por los favores. ¿Patriota? Venga usted a ver. 

Dicen también que en los años 50, en particular en 1957, había mejores índices de salud que hoy. Lo dijo hace unos años una funcionaria, muy alta, de la Oficina de Intereses de Washington en La Habana. ¿Sabrá ella lo que dijo o es que alguno de los habituales  comensales de Malecón y M  quiso agradecer las lonjas de cerdo con un aporte estelar en la campaña contra la Revolución? 

Y ahora, en mi blog, algunos o algún forista dice que cualquier tiempo antes de la Revolución fue mejor, al menos en lo referido al campo.Todo es posible. Pero vayamos a los hechos. A los hechos. Y en mi archivo, que vale tanto como haber vivido cien años, encontré el folleto que los desmiente. No es mi memoria, ni la de tantos cubanos que sufrieron aquellos tiempos. Son los papeles que traen desde el pasado la acusación contra aquel mismo pasado. 

Un folleto de la Agrupación Católica Universitaria (ACU) resume una encuesta que esa asociación, caritativamente inquieta por la realidad del país, aplicó entre la población dedicada a los trabajos agrícolas en 1957. Se titula Por qué reforma agraria. En ese año, cito, “la población trabajadora agrícola que se puede calcular en 350 000 trabajadores y dos millones cien mil personas, sólo tiene un ingreso anual de 190 millones de pesos”. Y sigo citando: “Es decir que a pesar de constituir el 34% de la población, sólo tienen de ingreso el 10% de los ingresos nacionales.” 

El folleto, el número 23 de la serie B – Apologética, expone, además, que el índice de desnutrición  “es de 91%”. Y “presuntamente un 14% padece o ha padecido de tuberculosis”, un 13% la tifoidea,  y “un 36% declara sin lugar a dudas que se halla parasitado”. Y “sólo un 8% recibe atención gratuita del Estado. Y la opción de un “80.76%, el médico “pago”. Pero de acuerdo con el salario promedio de 45 pesos en una familia promedio de seis personas, “resulta evidente que en la mayor parte de las enfermedades no reciben ninguna atención médica”. 

Hay mucho más. Y la fuente es excesivamente confiable. Porque, cuatro años más tarde, varios de los que fueron integrantes de la ACU sirvieron a la CIA, o conspiraron contra la Revolución. Y otros emigraron hacia Norteamérica. Y no creo que allá se desconfíe del criterio de cuantos sirvieron o  sirven a los Estados Unidos en su guerra contra la Revolución de 1959. Al pasado, señores, no se le provoca. Sus huellas son demasiado visibles. ¿Les presto el folleto? ¿O quieren el censo de 1953?

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