Luis Sexto
Gusto de tener
presente un apotegma del brasileño Leonardo Boff. El ex sacerdote y
teólogo de la liberación recomendaba que, ante un debate, una
crítica, había que partir de una perspectiva ética más que de un
punto de vista “meramente político”. Lo cual para mí significa que
ningún juicio político sin ética es honrado. "Importa, decía Boff,
que comencemos por ser honestos”. Y dejemos que la realidad se
muestra “tal cual es”.
Por lo
regular, cuantos enjuician a Cuba y sus circunstancias en
Washington, Miami, Madrid, o en cualquiera de los medios de prensa
dominantes y globalizadores del planeta, esconden la realidad
cubana. También la esconden en los tea party de los crepusculares
grupúsculos anexionistas locales.
Unos y otros
aducen que los problemas actuales de Cuba son provocados por el
estado socialista. De lo que resulta que el organismo político,
social y económico que tanto ha realizado por el país y sus
habitantes es el culpable de las espinas del período especial. Es
decir, culpable de los apagones -cuando los hubo de modo casi
general-, la Revolución que electrificó el 95 por ciento de un país
inelectrificado; culpable de la escasez de medicamentos, la
Revolución que graduó a más de 70 000 médicos sobre los 6 000 de
1958; culpable de las enfermedades, la Revolución que extendió a 78
años el promedio de vida de los cubanos que hace cinco décadas
vivían unos 62; de las dificultades escolares, la Revolución que
enseñó a leer y escribir a un 40 por ciento de analfabetos y graduó
un millón de profesionales; culpable de los salarios deprimidos, la
Revolución que convirtió el trabajo en un derecho popular y un deber
estatal; culpable de ciertos desvalores, la Revolución que enseña la
solidaridad, el amor al semejante, el predominio del ser sobre el
tener...
Ese es el
análisis. Exactamente. Realidad atribuida única y fanáticamente a
los presuntos errores –que no excluyen numerosos reconocidos y
rectificados o por rectificar- y a la "voluntad destructora" de
cuantos gobiernan en Cuba. Nada, desde luego, de lo otro: la obra
levantada. Los problemas resueltos. Los empeños por resolverlos. Y
el apoyo de una mayoritaria decisión ciudadana. Y nada tampoco de lo
de más allá: la guerra sucia de EE.UU. El bloqueo. Las leyes
extraterritoriales. Eso no cuenta. Que si Cuba afronta iliquidez
financiera, y el FMI y el Banco Mundial no le prestan dinero como
prestan todos los días a cualquier Estado, porque EE.UU. se opone,
culpa es del gobierno cubano.
Y así, la
realidad se escamotea descaradamente. Ese es el modo de actuar de
“la libertad de cierta luz” vitriólica y vitrálica que busca generar
la oscuridad. Estemos atentos. Se nos quiere ofrecer el cinismo como
posición objetiva, justa y honrada. Y el cuento se reduce a este
cuadro: te asfixio apretándote el cuello, y luego, sin soltarte,
digo a todos que te estás ahogando. Te culpo. Y te lo reprocho.
Actitud cínica. Y cinismo, define el diccionario, es impudicia.
Desvergüenza.
CUALQUIER TIEMPO PASADO...
La historia
es. Nunca podrá ser como pudo haber sido. Los hechos son
impertinentes. Guárdelos en un par de medias desusadas. Y aparecerán
de improviso en cualquier gaveta. Rodando. Rodando. En cosas de
historia, la mentira no perdura. La nariz le crece al mentiroso.
Ahora parece
estar de moda en Estados Unidos delinear la historia de Cuba como
ciertos cocineros del desmán quieren que haya sido. Dicen en Miami,
por ejemplo, que Batista fue un paradigma de patriota. Apelan a la
desmemoria, que suponen posible en las nuevas generaciones, para con
un pasado que no fue, invalidar el presente, que sí es. Porque, si
el golpista del l0 de marzo fue un patriota, para qué revolución.
Pero los hechos, los hechos... Basta ojear algún resumen histórico
de la mafia norteamericana, digamos la vida y milagros de Lucky
Luciano. Y de pronto, Batista, ahí, facilitándoles el acceso a Cuba,
y a los casinos, los hoteles, la trata de blancas y el tráfico de
drogas, a los negocios azucareros. Y también cobrando por los
favores. ¿Patriota? Venga usted a ver.
Dicen también
que en los años 50, en particular en 1957, había mejores índices de
salud que hoy. Lo dijo hace unos años una funcionaria, muy alta, de
la Oficina de Intereses de Washington en La Habana. ¿Sabrá ella lo
que dijo o es que alguno de los habituales comensales de Malecón y
M quiso agradecer las lonjas de cerdo con un aporte estelar en la
campaña contra la Revolución?
Y ahora, en mi
blog, algunos o algún forista dice que cualquier tiempo antes de la
Revolución fue mejor, al menos en lo referido al campo.Todo es
posible. Pero vayamos a los hechos. A los hechos. Y en mi archivo,
que vale tanto como haber vivido cien años, encontré el folleto que
los desmiente. No es mi memoria, ni la de tantos cubanos que
sufrieron aquellos tiempos. Son los papeles que traen desde el
pasado la acusación contra aquel mismo pasado.
Un folleto de
la Agrupación Católica Universitaria (ACU) resume una encuesta que
esa asociación, caritativamente inquieta por la realidad del país,
aplicó entre la población dedicada a los trabajos agrícolas en 1957.
Se titula Por qué reforma agraria. En ese año, cito, “la población
trabajadora agrícola que se puede calcular en 350 000 trabajadores y
dos millones cien mil personas, sólo tiene un ingreso anual de 190
millones de pesos”. Y sigo citando: “Es decir que a pesar de
constituir el 34% de la población, sólo tienen de ingreso el 10% de
los ingresos nacionales.”
El folleto, el
número 23 de la serie B – Apologética, expone, además, que el índice
de desnutrición “es de 91%”. Y “presuntamente un 14% padece o ha
padecido de tuberculosis”, un 13% la tifoidea, y “un 36% declara
sin lugar a dudas que se halla parasitado”. Y “sólo un 8% recibe
atención gratuita del Estado. Y la opción de un “80.76%, el médico
“pago”. Pero de acuerdo con el salario promedio de 45 pesos en una
familia promedio de seis personas, “resulta evidente que en la mayor
parte de las enfermedades no reciben ninguna atención médica”.
Hay mucho más.
Y la fuente es excesivamente confiable. Porque, cuatro años más
tarde, varios de los que fueron integrantes de la ACU sirvieron a la
CIA, o conspiraron contra la Revolución. Y otros emigraron hacia
Norteamérica. Y no creo que allá se desconfíe del criterio de
cuantos sirvieron o sirven a los Estados Unidos en su guerra contra
la Revolución de 1959. Al pasado, señores, no se le provoca. Sus
huellas son demasiado visibles. ¿Les presto el folleto? ¿O quieren
el censo de 1953?
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