Gaeton Fonzi, periodista e investigador que, como miembro del Comité
Selecto del Congreso sobre Asesinatos -famoso por haber dicho la verdad
acerca de la conspiración para el asesinato del presidente John F. Kennedy-, entrevistó en una cárcel venezolana a los terroristas cubanoamericanos Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, falleció el 30 de agosto en su domicilio de EEUU.
Fonzi, quien padecía desde hacía muchos años la enfermedad de
Parkinson, radicaba en Satellite Beach, Florida. Reportero desde 1959
hasta 1972 del Philadelphia Magazine, estaba “obsesionado” con el
asesinato de John F. Kennedy, dijo su esposa Marie que recordó como iba a
Dallas “casi cada año” para participar en debates sobre el
controvertido tema.
Después de todo, comentó, fue parte del Comité Selecto del Senado
sobre Inteligencia durante dos años y del Comité Selecto del Congreso
sobre Asesinatos, dos otros años más. Su libro sobre el tema, The Last
Investigation, es considerado por muchos especialistas como su
referencia más respetada.
En una entrevista que otorgó a este periodista en 2004, Fonzi
recordó cómo vio a Posada en la cárcel venezolana donde estaba detenido
por la destrucción en pleno vuelo de la aeronave de Cubana de Aviación
que costó la vida a 73 personas, en 1976.
Leídos a la luz de lo que se descubrió en aquel entonces del
terrorista y agente de la CIA, sus comentarios tienen plena actualidad y
confirman aún más el papel jugado por Posada durante más de
cuatro décadas por cuenta de la CIA y la forma que se han encubierto sus
crímenes para facilitarle un asilo de facto en tierra norteamericana.
Para Fonzi, la carrera de Posada en el mundo de la
inteligencia refleja el poder de un gobierno secreto dentro del Gobierno
de EE.UU., lo que explica cómo este terrorista, con un amplio historial
de actividades criminales a menudo atroces, disfruta hoy de una vida de
jubilado que le otorgó el mecanismo CIA de protección de sus veteranos criminales.
Un complot del cubano-americano Antonio Veciana, fundador de Alpha
66, contra el presidente cubano Fidel Castro, planeado para ejecutarse
en Chile en 1971 -involucrando a camarógrafos de televisión venezolanos -
llamaba la atención de Fonzi y de unos investigadores norteamericanos
de la época.
Recordó Fonzi, en la entrevista: “La semilla de ese plan, decía
Veciana, había sido plantada por su ‘asesor secreto’, un americano que
conoció como Maurice Bishop, alias (lo supimos más tarde) usado por
David Atlee Philips antes de que fuera Jefe de la División de la CIA
para el Hemisferio Occidental.”
En un testimonio, Veciana dijo que “entre los involucrados en montar
la operación, con credenciales de prensa y documentos auténticos de
Caracas, se encontraba Luis Posada Carriles”, recuerda Fonzi. “Era una
tarea fácil para Posada en aquel momento, pues, aunque siempre estuvo en
la lista de asalariados de la CIA, trabajaba con la DISIP, la policía
secreta venezolana”.
UN PLAN IDENTICO AL DE OSWALD EN MÉXICO
Pero algo más que ese complot interesaba al investigador del
asesinato de Kennedy: “No era el plan principal, pero un subcomplot que
Veciana identificó como urdido por el cerebro de Posada”.
“Al igual que Oswald fue utilizado para ser el chivo expiatorio en la
conspiración para asesinar a Kennedy, Posada concibió un plan donde un
insospechado co- conspirador era creado para ser el ‘chivo’ del complot a
fin de asesinar a Fidel Castro. “El experto de contrainteligencia,
David Phillips, aseguraría luego, por supuesto, que esas fotos tendrían
una distribución mundial después del asesinato de Castro. El plan
completo se derrumbó cuando los pistoleros se congelaron en el último
momento.”
LA INVESTIGACIÓN SOBRE JFK “FUE UNA FARSA”
Cuando fue publicado el informe del Comité Selecto del
Congreso sobre el asesinato de Kennedy fue descrito como “una
investigación plena y completa”, tal y como prevé la ley del Congreso
que creó el Comité.
Pero Fonzi tenía una opinión muy distinta: “De hecho, la investigación fue más bien una farsa, desmedrada por restricciones políticas y burocráticas de la CIA.
Constantemente fueron impuestas correas a los investigadores del
Comité que deseaban excavar más profundamente dentro de lo que parecían
áreas cruciales a explorar o importantes sospechosos que entrevistar.
Esto me ocurrió mucho a mí y a mi partner en Miami, Al González, un ex
detective de homicidios en Nueva York”.
Fonzi y González hicieron presiones durante mucho tiempo sin éxito
para realizar entrevistas bajo juramento con Luis Posada y Orlando
Bosch, pero increíblemente sus repetidas solicitudes eran denegadas.
“Nuestra solicitud fue diferida por varias razones, incluyendo la
fuerte insistencia del asesor jefe, Robert Blakey, de que el crimen
organizado había matado a JFK. La profundidad del esfuerzo o la falta de
seguimiento no importaban, mientras se salvaban las apariencias.
Pareció obvio, hasta para Blakey, que no investigar a Posada y Bosch
resultaría una omisión demasiado visible en el informe final.”
En aquel momento, Posada y Bosch se encontraban en la cárcel en Venezuela.
“González y yo fuimos complacidos cuando Blakey nos dio permiso de ir a Venezuela para entrevistarlos, a pesar de que no estarían bajo juramento y la amenaza de posibles cargos adicionales de perjurio”.
CON EL PERMISO DE OTRO TERRORISTA CIA
El colmo: para este encuentro, Fonzi y su colega tuvieron que
dirigirse a otro cubanoamericano terrorista de la CIA, Orlando García
Vásquez, hombre de confianza del presidente Carlos Andrés Pérez, de
conocida reputación.
“Para conseguir entrevistas con Posada y Bosch, tuvimos que reunirnos
primero con el jefe venezolano de Seguridad del Estado, Orlando García
Vásquez, quien, lo supimos más tarde, era otro exiliado cubano de la
lista de pago de la CIA. García fue muy cordial y cooperativo y arregló
para nosotros la entrevista con Posada y Bosch, individualmente, en una
pequeña sala de visita del Cuartel San Carlos, una cárcel que parecía
ser manejada con bastante desenvoltura por las Fuerzas Aéreas
venezolanas.
Bosch admitió que era un “buen amigo” de Veciana y que sabía de su
complot contra Fidel en Chile en 1971. “Sin embargo, dijo que no había
conocido los detalles del plan de parte de Veciana sino de parte de un
socio. Este ‘socio’, a partir de otros puntos que Bosch reveló, era
obviamente su compañero de cárcel y co-conspirador en la destrucción del
avión de Barbados, Luis Posada. Bosch expresó una rabia profunda acerca
de que los dos tiradores en el complot en Chile fracasaron. Los llamó
cobardes ‘bastardos’.”
Las francas declaraciones ofrecidas por Bosch contrastaban completamente con lo que obtuvimos de Luis Posada, dijo Fonzi.
“Posada puso sus pies en la mesa, sonrió y admitió muy poco. Pero
dijo que no conocía bien a Veciana, que lo vio una o dos veces y que no
estuvo implicado con él en el plan de asesinato de Castro. Posada fue
deliberadamente vago acerca de la cronología de su asociación con la
CIA. Dijo que no recordaba cuándo había abandonado la Agencia. También
dijo que no conocía a David Atlee Phillips, figura clave de la Agencia
en su guerra secreta contra Castro.
“Posada no sabía entonces que el propio Phillips, al saber que el
Comité tenía acceso a ciertos archivos de la CIA, admitió que Posada era
uno de sus operativos y que trabajó activamente con él en sus
actividades chilenas”. Tampoco sabía Posada que Veciana iba a contarlo
todo, años más tarde, en el programa de radio de Edmundo García,
precisando detalladamente su papel en la conspiración.
“La arrogancia y el desdén con que Posada trató a
investigadores oficiales enviados por un Comité del Congreso
estadounidense para representar al pueblo de los EE.UU., refleja el
poder de un gobierno secreto dentro del Gobierno de EE.UU.
Durante por lo menos cuatro décadas, una parte clave del poder de este
gobierno secreto implica la influencia política y financiera de la
comunidad cubana de Miami”, concluía Fonzi.
“Desde esa comunidad también vinieron los elementos más eficientes de
la acción encubierta del gobierno secreto, incluyendo a hombres como
Luis Posada. No hay que sorprenderse que individuos como Posada hayan
tenido que regresar a su base de Miami y buscar, en sus últimos años,
consuelo y aceptación por su consagración de toda la vida al terrorismo
como arma política”, reflexionó el investigador, que añadió: “Sólo en
Miami”.
Esto fue dicho años antes del juicio de Posada en El Paso, donde se
ignoró a propósito el pasado eminentemente terrorista del viejo asesino,
héroe de la guerra sucia del imperio contra América Latina.
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