martes, 4 de septiembre de 2012

Muere investigador norteamericano que vinculó a Posada Carriles con asesinato de JFK

Gaeton Fonzi
Gaeton Fonzi

Gaeton Fonzi, periodista e investigador que,  como miembro del Comité Selecto del Congreso sobre Asesinatos -famoso por haber dicho la verdad acerca de la conspiración para el asesinato del presidente John F. Kennedy-, entrevistó en una cárcel venezolana a los terroristas cubanoamericanos Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, falleció el 30 de agosto en su domicilio de EEUU.

Fonzi,  quien padecía desde hacía muchos años la enfermedad de Parkinson, radicaba en Satellite Beach, Florida. Reportero desde 1959 hasta 1972 del Philadelphia Magazine, estaba “obsesionado” con el asesinato de John F. Kennedy, dijo su esposa Marie que recordó como iba a Dallas “casi cada año” para participar en debates sobre el controvertido tema.

Después de todo, comentó, fue parte del Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia durante dos años y del Comité Selecto del Congreso sobre Asesinatos, dos otros años más. Su libro sobre el tema, The Last Investigation, es considerado por muchos especialistas como su referencia más respetada.

En una entrevista que otorgó a este periodista en 2004, Fonzi recordó cómo vio a Posada en la cárcel venezolana donde estaba detenido por la destrucción en pleno vuelo de la aeronave de Cubana de Aviación que costó la vida a 73 personas, en 1976.

Leídos a la luz de lo que se descubrió en aquel entonces del terrorista y agente de la CIA, sus comentarios  tienen plena actualidad y confirman aún más el papel jugado por Posada durante más de cuatro décadas por cuenta de la CIA y la forma que se han encubierto sus crímenes para facilitarle un asilo de facto en tierra norteamericana.

Para Fonzi, la carrera de Posada en el mundo de la inteligencia refleja el poder de un gobierno secreto dentro del Gobierno de EE.UU., lo que explica cómo este terrorista, con un amplio historial de actividades criminales a menudo atroces, disfruta hoy de una vida de jubilado que le otorgó el mecanismo CIA de protección de sus veteranos criminales.

Un complot del cubano-americano Antonio Veciana, fundador de Alpha 66, contra el presidente cubano Fidel Castro, planeado para ejecutarse en Chile en 1971 -involucrando a camarógrafos de televisión venezolanos - llamaba la atención de Fonzi y de unos investigadores norteamericanos de la época.

Recordó Fonzi, en la entrevista: “La semilla de ese plan, decía Veciana, había sido plantada por su ‘asesor secreto’, un americano que conoció como Maurice Bishop, alias (lo supimos más tarde) usado por David Atlee Philips antes de que fuera Jefe de la División de la CIA para el Hemisferio Occidental.”

En un testimonio, Veciana dijo que “entre los involucrados en montar la operación, con credenciales de prensa y documentos auténticos de Caracas, se encontraba Luis Posada Carriles”, recuerda Fonzi. “Era una tarea fácil para Posada en aquel momento, pues, aunque siempre estuvo en la lista de asalariados de la CIA, trabajaba con la DISIP, la policía secreta venezolana”.

UN PLAN IDENTICO AL DE OSWALD EN MÉXICO

Pero algo más que ese complot interesaba al investigador del asesinato de Kennedy: “No era el plan principal, pero un subcomplot que Veciana identificó como urdido por el cerebro de Posada”.

“Al igual que Oswald fue utilizado para ser el chivo expiatorio en la conspiración para asesinar a Kennedy, Posada concibió un plan donde un insospechado co- conspirador era creado para ser el ‘chivo’ del complot a fin de asesinar a Fidel Castro. “El experto de contrainteligencia, David Phillips, aseguraría luego, por supuesto, que esas fotos tendrían una distribución mundial después del asesinato de Castro. El plan completo se derrumbó cuando los pistoleros se congelaron en el último momento.”

LA INVESTIGACIÓN SOBRE JFK “FUE UNA FARSA”

Cuando fue publicado el informe del Comité Selecto del Congreso sobre el asesinato de Kennedy fue descrito como “una investigación plena y completa”, tal y como prevé la ley del Congreso que creó el Comité.

Pero Fonzi tenía una opinión muy distinta: “De hecho, la investigación fue más bien una farsa, desmedrada por restricciones políticas y burocráticas de la CIA.

Constantemente fueron impuestas correas a los investigadores del Comité que deseaban excavar más profundamente dentro de lo que parecían áreas cruciales a explorar o importantes sospechosos que entrevistar. Esto me ocurrió mucho a mí y a mi partner en Miami, Al González, un ex  detective de homicidios en Nueva York”.

Fonzi y González hicieron presiones durante mucho tiempo sin éxito para realizar entrevistas bajo juramento con Luis Posada y Orlando Bosch, pero increíblemente sus repetidas solicitudes eran denegadas.

“Nuestra solicitud fue diferida por varias razones, incluyendo la fuerte insistencia del asesor jefe, Robert Blakey, de que el crimen organizado había matado a JFK. La profundidad del esfuerzo o la falta de seguimiento no importaban, mientras se salvaban las apariencias. Pareció obvio, hasta para Blakey, que no investigar a Posada y Bosch resultaría una omisión demasiado visible en el informe final.”

En aquel momento, Posada y Bosch se encontraban en la cárcel en Venezuela.

“González y yo fuimos complacidos cuando Blakey nos dio permiso de ir a Venezuela para entrevistarlos, a pesar de que no estarían bajo juramento y la amenaza de posibles cargos adicionales de perjurio”.

CON EL PERMISO DE OTRO TERRORISTA CIA

El colmo: para este encuentro, Fonzi y su colega tuvieron que dirigirse a otro cubanoamericano terrorista de la CIA, Orlando García Vásquez, hombre de confianza del presidente Carlos Andrés Pérez, de conocida reputación.

“Para conseguir entrevistas con Posada y Bosch, tuvimos que reunirnos primero con el jefe venezolano de Seguridad del Estado, Orlando García Vásquez, quien, lo supimos más tarde, era otro exiliado cubano de la lista de pago de la CIA. García fue muy cordial y cooperativo y arregló para nosotros la entrevista con Posada y Bosch, individualmente, en una pequeña sala de visita del Cuartel San Carlos, una cárcel que parecía ser manejada con bastante desenvoltura por las Fuerzas Aéreas venezolanas.

Bosch admitió que era un “buen amigo” de Veciana y que sabía de su complot contra Fidel en Chile en 1971. “Sin embargo, dijo que no había conocido los detalles del plan de parte de Veciana sino de parte de un socio. Este ‘socio’, a partir de otros puntos que Bosch reveló, era obviamente su compañero de cárcel y co-conspirador en la destrucción del avión de Barbados, Luis Posada. Bosch expresó una rabia profunda acerca de que los dos tiradores en el complot en Chile fracasaron. Los llamó cobardes ‘bastardos’.”
Las francas declaraciones ofrecidas por Bosch contrastaban completamente con lo que obtuvimos de Luis Posada, dijo Fonzi.

“Posada puso sus pies en la mesa, sonrió y admitió muy poco. Pero dijo que no conocía bien a Veciana, que lo vio una o dos veces y que no estuvo implicado con él en el plan de asesinato de Castro. Posada fue deliberadamente vago acerca de la cronología de su asociación con la CIA. Dijo que no recordaba cuándo había abandonado la Agencia. También dijo que no conocía a David Atlee Phillips, figura clave de la Agencia en su guerra secreta contra Castro.

“Posada no sabía entonces que el propio Phillips, al saber que el Comité tenía acceso a ciertos archivos de la CIA, admitió que Posada era uno de sus operativos y que trabajó activamente con él en sus actividades chilenas”. Tampoco sabía Posada que Veciana iba a contarlo todo, años más tarde, en el programa de radio de Edmundo García, precisando detalladamente su papel en la conspiración.

“La arrogancia y el desdén con que Posada trató a investigadores oficiales enviados por un Comité del Congreso estadounidense para representar al pueblo de los EE.UU., refleja el poder de un gobierno secreto dentro del Gobierno de EE.UU. Durante por lo menos cuatro décadas, una parte clave del poder de este gobierno secreto implica la influencia política y financiera de la comunidad cubana de Miami”, concluía Fonzi.

“Desde esa comunidad también vinieron los elementos más eficientes de la acción encubierta del gobierno secreto, incluyendo a hombres como Luis Posada. No hay que sorprenderse que individuos como Posada hayan tenido que regresar a su base de Miami y buscar, en sus últimos años, consuelo y aceptación por su consagración de toda la vida al terrorismo como arma política”, reflexionó el investigador, que añadió: “Sólo en Miami”.

Esto fue dicho años antes del juicio de Posada en El Paso, donde se ignoró a propósito el pasado eminentemente terrorista del viejo asesino, héroe de la guerra sucia del imperio contra América Latina.

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