Jorge Gómez Barata
Las autoridades cubanas reconocen la necesidad de actualizar la
legislación migratoria y, debido a la complejidad de los asuntos
concernidos y a la necesidad de formar los debidos consensos tanto en la
sociedad como en las estructuras de dirección han pedido tiempo. Hay
temas que atañen a residentes en la isla, otros a los que viven en el
extranjero; así como a bienes, familiares y descendientes.
La buena voluntad no podrá omitir el hecho de que existen cubanos
radicados en el extranjero que han participado en acciones violentas
contra el país, se han puesto al servicio de países extranjeros para
realizar acciones contra la seguridad nacional y la integridad de los
residentes en la isla. Tal vez algunos delitos puedan ser perdonados y
probablemente haya personas que para reclamar derechos tengan que saldar
deudas con la justicia. Los legisladores cubanos podrán resolver
algunos de los obstáculos creados por el bloqueo norteamericano pero no
todos.
Es obvio que los avances en este campo no pueden significar un
estimulo a la emigración, lo cual atentaría contra el interés nacional,
como tampoco impedirla, lo que contradeciría derechos individuales.
Tampoco se trata de promover el retorno de los emigrados. En un
inventario mínimo, a los asuntos ya resueltos, la legislación migratoria
pudiera sumar los siguientes:
Respecto a los cubanos que vivimos en la Isla:
Eliminación del “Permiso de salida” y de la “Carta de Invitación”.
Anulación del concepto de “Salida definitiva”. Medidas para proteger al
país del “robo de cerebros”. Derechos de los descendientes radicados en
el extranjero y en la Isla. Opciones para que los cubanos residentes en
el extranjero conserven la ciudadanía cubana y sus descendientes puedan
optar por ella. Solucionar lo relacionado con la ciudadanía doble o
múltiple.
Respecto a los cubanos emigrados, una vez eliminado el concepto de
“salida definitiva”, automáticamente estarían habilitados para retornar,
en cuyo caso habría que decidir en qué condiciones lo hacen y cómo se
reintegran a la sociedad, lo cual implica componentes de diversa índole,
incluyendo deberes y compromisos; así como elementos económicos y
materiales.
Al legislar respecto a los cubanos radicados en el extranjero habrá
que considerar su participación en los procesos económicos nacionales,
tanto si regresan al país como si permanecen fuera y considerar los
derechos de sus descendientes radicados en Cuba. No podrá omitirse
ciertos asuntos políticos como es la participación en los procesos
políticos nacionales, especialmente en los electorales.
En cualquier caso debería tratarse de leyes que anulen el entramado
de resoluciones, decretos, órdenes y otros autos análogos y que excluyan
la posibilidad de que puedan dictarse en el futuro. También deberían
revisarse los criterios de extranjería y las prácticas aduaneras y de
otro tipo aplicadas a los nacionales que residen en la Isla o en el
extranjero y resolver la anomalía institucional consistente en que el
organismo a cargo de los asuntos migratorios que lidia con civiles y con
asuntos de la misma condición sea una entidad militar no sometida la
jurisdicción ordinaria.
El hecho que la prensa se mantenga al margen de estos asuntos y de
que en torno a ellos impere la “secretividad” son obstáculos mayores que
deben ser removidos, porque impiden la socialización del conocimiento y
la elaboración de los consensos necesarios.
Ciertamente los asuntos son de gran complejidad aunque tampoco es
preciso resolverlos todos de una sola vez y algunos podrán requerir de
reformas mayores que aluden a la Constitución o la ley electoral. Lo
importante es avanzar y avanzar. A nadie le sobra el tiempo, menos a
quienes aspiran a la solución de sensibles asuntos familiares y se les
acaba la vida. Allá nos vemos.
La Habana, 16 de mayo de 2012
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