Conferencia Magistral en el XVII Encuentro Nacional de Solidaridad con Cuba. Oaxaca, México, marzo 2012.
Ante todo quiero expresar mi agradecimiento a los
organizadores que tanto han trabajado para que pueda ser una realidad
este hermoso XVII Encuentro Nacional de Solidaridad con Cuba y a las
oaxaqueñas y oaxaqueños que han contribuido tanto. Saludar a las
mexicanas y los mexicanos que han venido desde tantos lugares de la
República, a mis paisanos de la Embajada y del Instituto Cubano de
Amistad con los Pueblos. Y saludar la presencia del compañero embajador
de Cuba, Manuel Aguilera de la Paz, de las autoridades y de las
personalidades sociales y políticas que aquí se han reunido. El
Encuentro constituye un paso más de avance de la solidaridad entre los
pueblos, cualidad humana que crece, y que es un anuncio del porvenir que
tendrá que conquistar la Humanidad.
La clave general del tema que debo abordar hoy está, para Cuba como
para la mayoría de los pueblos, en la existencia del colonialismo, el
neocolonialismo y los grupos de explotadores y dominantes que en muchos
países son sus cómplices y aliados, y está en las resistencias y las
rebeldías de los oprimidos contra el sistema de dominación que el
capitalismo ha desarrollado y que se erigió en América desde hace cinco
siglos. Ese proceso histórico ha sido el causante del llamado
subdesarrollo, de mal gobierno como regla en esos países y de todas las
agresiones que los imperialistas consideren “necesarias” contra
resistentes y rebeldes. El bloqueo y las agresiones
sistemáticas de Estados Unidos contra Cuba liberada son un ejemplo de
ese rasgo. No puedo entonces dejar de situar al inicio que la situación
cubana guarda una estrecha relación con la existencia y los actos del
capitalismo imperialista.
Las raíces de la situación actual de Cuba se remontan a la
solución revolucionaria que le dio la insurrección triunfante en 1959 a
la necesidad de destruir el sistema de explotación, dominación y
opresión que regía en el país, al mismo tiempo que la dominación
extranjera. Desde 1959 en adelante, la Revolución formó a los
actores de los cambios colosales que sucedieron, llevó a cabo esos
cambios, aseguró la permanencia y la fuerza de un poder revolucionario, y
logró muy profundas transformaciones de las personas y las relaciones
sociales.
El pueblo ha sido y sigue siendo el protagonista de los
hechos, es la expresión social de los seres humanos que crecen y es un
concepto central. El poder revolucionario es su mayor creación,
y su naturaleza y su actuación constituyen la vía y la garantía de las
conquistas fundamentales y de la permanencia de la Revolución. Siempre
ha sido indispensable que el poder sea muy fuerte, pero nunca olvidamos
que este poder tiene dos rasgos fundamentales: a) es el fruto de los
instrumentos y las grandes jornadas de la Revolución, como el Ejército
Rebelde, la revolución agraria, la alfabetización, el control total
sobre la economía nacional y el armamento general del pueblo; y b) se
guía por un proyecto de liberación que nos trasciende y nos gobierna a
todos. Por eso es un poder popular revolucionario. La economía, como las
demás dimensiones de la sociedad cubana, se rige por: el bienestar de
la mayoría; planes socialistas de viabilidad de las relaciones sociales
económicas; y una estrategia nacional de país soberano.
Esas son las bases intangibles de la Cuba actual. Es imprescindible
partir de ellas para comprenderla, utilizarlas como conceptos rectores y
como brújula de los análisis que hagamos de la situación y las
perspectivas.
Al examinar la situación actual no los agobiaré con muchas cifras.
Existe una buena disponibilidad de ellas en los medios digitales
cubanos, y también en publicaciones periódicas y algunos libros
valiosos.
La gran crisis de los años noventa fue la variante cubana del curso
de dos procesos: el final sin éxito de los esfuerzos e ideales del
desarrollo del Tercer Mundo que habían llenado la segunda mitad del
siglo XX; y el inicio por el gran capital de una recolonización
selectiva a escala mundial. Como los cubanos somos los dueños de nuestro
país, seguimos gobernando nuestras relaciones internacionales, pero
como somos “subdesarrollados”, nos enfrentamos a muchas variables que
están fuera de nuestro control. Una consecuencia fue la pérdida de las
relaciones económicas con la URSS y algunos de sus aliados, en las
cuales habíamos basado la mayor parte de la reproducción material y el
sistema económico. Fue un golpe tremendo para un país como Cuba, pero lo
más impresionante es que a pesar de reunirse en el tiempo dos procesos
tan adversos, incluida la unipolaridad, la nueva sociedad y el poder
cubanos no cayeron.
Un aspecto importante del dominio ideológico totalitario imperialista
sobre la mayor parte de la información y la formación de opinión
pública que se consume cotidianamente es la decisión de cuáles temas
existen y se divulgan, cuáles son sus datos, cómo se deben entender y
qué opinión debe tener la gran mayoría, que es reducida a un público
consumidor. Del mismo modo, se manipulan los que no les son
convenientes, con campañas de mentiras y distorsiones, y se decreta la
desaparición de otros temas, cada vez que les es posible hacerlo. Por
eso durante décadas rigió un sistema de mentiras acerca de la supuesta
incapacidad de Cuba de valerse por sí misma, un alimento típico de la
condición colonizada que ellos necesitan imponer a las mentes y los
corazones. Pero ante las realidades de la resistencia victoriosa de Cuba
en los años noventa, ese sistema fue retirado en silencio, sin que los
imperialistas se hayan visto obligados a reconocer que mintieron con
tanto entusiasmo y contumacia. La última forma referida, el control
ideológico con empleo del silencio mediático, es la que se emplea contra
los cinco héroes cubanos presos en Estados Unidos desde hace casi
catorce años, y por eso es tan importante la solidaridad mundial de los
que exigen su liberación, que al mismo tiempo que se movilizan y se
hacen más concientes luchando por una causa justa, denuncian la
maquinaria criminal que pretende unir a su insondable maldad la
capacidad de extirpar el altruismo, la capacidad de pensar y las
cualidades humanas de las mayorías del mundo.
Los que estamos concientes y nos oponemos al sistema poderoso de
mentiras tenemos el deber de ayudar a extender y profundizar esa
conciencia, a que la asuman tantas personas modestas que todavía son
engañadas y manipuladas por aquel poder.
Los tres retos de estos últimos de estos últimos veinte años
en Cuba han sido: lograr la sobrevivencia; conseguir la viabilidad
económica; cuál será finalmente la naturaleza del régimen que ha ido
emergiendo de la crisis de los años noventa. En el momento más
agudo de la crisis, fueron decisivos tres saberes populares: debemos
defender sin concesiones la soberanía y la justicia social, y el poder
revolucionario es el verdadero defensor de ambas.
Le hemos sacado mucho provecho a la coyuntura tan difícil y riesgosa
que vivimos hace veinte años. Entonces quedó claro lo que no es
socialismo, la necesidad de confiar por sobre todo en nuestros
principios, convicciones y fuerzas propias, y lo acertado de mantener y
desarrollar el socialismo cubano.
En las dos últimas décadas se han producido cambios grandes e
importantes. La crisis, y algunas de las medidas aplicadas para
enfrentarla, han implicado retrocesos respecto a la nueva sociedad y a
sus proyectos. Pero la estrategia general, la mayor parte de las medidas
y la voluntad revolucionaria han sido positivas y han resultado
decisivas. La unidad política del pueblo y de este con su poder es el
factor principal de lo político. El poder político de la Revolución se
ha mantenido incólume, y controla la economía nacional y sus relaciones
internacionales. La estrategia y las acciones principales son dirigidas o
controladas por ese poder. La utilización de los recursos se rige por
la política revolucionaria. Los servicios sociales básicos del
socialismo cubano se mantienen, a pesar de las dificultades de tipo
diverso que confrontan, y constituyen al mismo tiempo una de sus
representaciones ideales fundamentales. La redistribución sistemática de
la riqueza a favor de las mayorías sigue por tanto siendo fundamental.
Se lucha por mantener las oportunidades para todos como una tendencia
principal, mediante diferentes iniciativas e instrumentos impulsados y
controlados por el Estado.
Paso a referirme a elementos importantes de la situación actual y las
medidas en curso, sin pretender tratarlos todos ni detallar, lo que
sería imposible aquí. Mi intención es ilustrar con esas referencias el
momento en que estamos y contribuir modestamente a los trabajos que
desarrollará este Encuentro de Solidaridad.
La dimensión económica de la sociedad está en el centro de la
actividad, los afanes, las normas y otras medidas, y los debates cubanos
actuales. Se ha emprendido una profunda reorganización de la formación
económica, que afecta de un modo a todos y recibe la atención priorizada
de la máxima dirección del país, del Partido, el Estado, las
organizaciones sociales y los medios de comunicación. Desde las magnas
reuniones del Partido y la Asamblea Nacional del Poder Popular hasta las
de las bases y las instituciones locales –un ejercicio democrático
sistemático que abarca a todo el país–, en todos esos ámbitos se
examinan las directivas, las opiniones y los problemas. La población
entera vive envuelta de un modo u otro en esta coyuntura.
En el período reciente, 150 mil agricultores han recibido en
usufructo casi 1,4 millones de hectáreas. Se han eliminado instancias
estatales en la distribución de productos del agro y facilitado las
ventas directas. Se estimula la producción y comercialización de
alimentos a escala local y se les dan facilidades de compra de equipos y
otros enseres a los agricultores particulares.
El número de trabajadores por cuenta propia ha crecido a 350
000, más del doble que cuando se amplió la posibilidad de serlo, hace
año y medio. Las formas de empleo no estatal se amplían con las
cooperativas y el arriendo de los locales en numerosos oficios y
servicios urbanos. La fuerza de trabajo no estatal, que fue una
proporción ínfima durante más de 30 años, crece y se espera que alcance
un 40% del total en 2015. Se les han reducido las prohibiciones y los
gravámenes, y el impuesto avanza como instrumento de captación de
ingreso por el Estado en el caso de esos trabajadores. En alguna medida
se otorgan créditos a los nuevos empresarios pequeños, y se dan
subsidios a personas de bajos ingresos para reparar sus viviendas. Se ha
autorizado la compra y venta de viviendas y de automóviles de uso entre
particulares.
Se avanza en los cambios en el sistema de empresas. Los esquemas
llamados “cerrados” de financiamiento permiten un acceso descentralizado
y más fluido al dinero que se necesita para costear inversiones y
producciones. Entre otras áreas, funcionan en la industria
médico-farmacéutica, la producción petrolera, la agroindustria
azucarera, las aerolíneas, el turismo y el tabaco. La idea general es
otorgar a las empresas más autoridad y control sobre sus actividades y
sobre una parte de sus ganancias, al mismo tiempo que se les reclama dar
prioridad a inversiones que puedan amortizarse y rendir ganancias en
breve plazo.
Aunque con fuertes dificultades y rémoras, se avanza en la
desconcentración que fortalece las instancias locales y espera de su
desarrollo un dinamismo y una multiplicación de fuerzas. Ya hay
experiencias en curso de separación clara de funciones, y se pretende
aumentar el control de provincias y municipios sobre empresas públicas
de sus territorios.
Los resultados económicos son muy variados. Hay sectores agrícolas
que crecen en sus producciones, mientras otros no cumplen sus planes. Se
han incrementado las ventas al exterior de níquel, combustibles, azúcar
y tabaco, con precios más favorables. También crece el turismo. La
exportación de servicios de alto valor agregado es una fuente muy sólida
de ingresos para el país. Las remesas enviadas a sus familiares por
cubanos que viven en el exterior constituyen una importante fuente de
divisas. Se mantiene una tendencia positiva al equilibrio fiscal,
relacionada con ahorros logrados en algunos sectores, mayores aportes de
diversas ramas, crecimiento de los ingresos por impuestos al sector
privado y a la circulación. Pero los subsidios para enfrentar pérdidas
del sector empresarial siguen siendo una carga pesada.
Si vamos más allá de las relaciones de hechos acerca de los cambios
económicos en curso, pudiéramos sintetizar varias características
generales:
1- la posición firme de la máxima dirección del país en cuanto a
mantener el rumbo socialista ante cualquier disyuntiva, que se comunica a
todos y preside lo que se ejecuta; 2- la capacidad y el poder que tiene
esa máxima dirección sobre las decisiones políticas y económicas y
sobre los recursos y su asignación; 3- los ideales y la ideología
socialista y de defensa de la soberanía nacional que mantiene una gran
parte de la población. En muchos se hace expresa, en otros es tácita,
mediante su identificación con la manera de vivir socialista y con la
patria; 4- la política social revolucionaria que se sigue aplicando y
recibiendo los recursos necesarios, y los principios que la rigen; 5- la
centralización por el poder revolucionario del control de los recursos,
de la propiedad o el dominio sobre las empresas grandes y medianas,
sobre la inversión, la macroeconomía y sus planes.
En la situación actual, la estrategia del país y sus tácticas están
condicionadas por el carácter limitado de sus fuerzas y por numerosos
factores externos.
Predomina la estrategia de:
a) mantener y desarrollar polos de producción y servicios capaces de
operar bien, regirse por normas y controles, obtener buenos rendimientos
y atraer inversiones, para exportar y para resolver necesidades
nacionales; b) importar alimentos y otros bienes necesarios a la
población, a unos precios muy altos; c) reducir importaciones, sea por
el nivel del comercio o el de la producción nacional; d) aumentar la
producción nacional, buscando como palanca principal las
transformaciones de la política hacia el sector agropecuario; e)
redistribuir paulatinamente la fuerza de trabajo, en evitación del
desempleo masivo y al mismo tiempo de errores por precipitación; f)
aumentar las micro y pequeñas empresas privadas que ofrezcan servicios y
bienes al consumo interno, y en alguna medida a turistas; g) impulsar
otras medidas para darle más espacio a las actividades económicas
privadas; h) inversiones y una actuación enérgica en obras de
infraestructura que son importantes para el desarrollo del país.
Las relaciones económicas internacionales son controladas totalmente
por el Estado o sus órganos. La dirección del país conduce las
relaciones con contrapartes preferidas, como Venezuela, China, Brasil y
otros países. Cuba sostiene relaciones económicas con toda América
Latina. Algunas empresas y negocios conjuntos tienen una gran
envergadura, como la refinería de Cienfuegos y el área portuaria e
industrial de El Mariel; la extracción de petróleo al norte de la isla
comienza a hacerse realidad. Estas relaciones económicas guardan fuertes
relaciones con el conjunto de la política exterior cubana, que tiene
una actividad y un prestigio muy superiores a las dimensiones del país, y
que combina muy bien su riguroso apego a los principios con la
flexibilidad, la capacidad de negociación y la presencia en innumerables
terrenos.
Como ha reiterado el compañero Raúl, se han hecho y se harán las
modificaciones legales que sean necesarias, pero hay una frontera: el sistema socialista es intocable.
Mecanismos de amortiguación como los impuestos y el pago de Seguridad
Social, entre otros, sirven para contener las lógicas desigualdades que
generan los altos ingresos de algunos segmentos de la sociedad. Lo
esencial es que nadie quede desamparado, que todos queden dentro del
sistema de justicia social que podamos garantizar, y que los ingresos,
no importa su cuantía, sean solamente frutos del trabajo honrado.
El Presidente ha denunciado a la corrupción administrativa como un
enemigo principal de la Revolución, y ha impulsado una campaña decidida
de enfrentamiento contra ella, que utiliza todos los instrumentos de la
legalidad y no se detiene ante el rango de los que resulten culpables.
Como ha hecho Fidel a lo largo de nuestro proceso, Raúl denuncia a los
que pretenden formar grupos en el seno del propio aparato estatal, qe
acumulen riquezas y esperen desde sus posiciones un eventual regreso al
capitalismo.
El trabajo consciente sobre el Estado y el mercado es fundamental
para la transición socialista, y debe divulgarse, sumar esfuerzos e
iniciativas, convertirlo en una tarea priorizada que tendrá que durar
muchos años. Es uno de los aspectos principales de la Revolución.
Todavía son insuficientes las clarificaciones y los debates acerca de lo
que es deseable, permisible o inevitable en cada momento discernible
del proceso, y por consiguiente lo de que se debe impedir, criticar o
denunciar.
Los Lineamientos aprobados en el 6º Congreso del PCC dejan claro que
deben prevalecer la distribución socialista, la empresa como unidad
fundamental y la planificación. Pero en la práctica pesa mucho el
pragmatismo. El socialismo entendido solamente como la distribución
justa de la riqueza social es insuficiente, pero ha hecho aportes
maravillosos a favor de las mayorías, primero a partir de las grandes
medidas y leyes, después a través de su sistematización en la segunda y
tercera décadas de la Revolución. Las personas, las familias y las
comunidades mejoraron radicalmente sus vidas y sus relaciones, y
lograron cambiar en muchos aspectos positivos. Si bien no ha sido
posible asegurar un desarrollo económico totalmente autónomo, se ha
producido un desarrollo económico muy notable y, sobre todo, una
modificación radical de la economía y de sus objetivos. Eso no sucedió
por la aplicación de la norma de a cada cual según su trabajo. Fue
porque la gran mayoría trabajó y se esforzó como cubanas y cubanos. Así
se obtuvieron y se distribuyeron los logros, los bienes y las
oportunidades, y esto ha sido un adelanto humano y social inmenso,
frente a la situación terrible a la que somete a las mayorías el
capitalismo allí donde domina.
No podemos esperar que se obtenga la eficiencia económica mediante
las supuestas leyes ciegas que porta ella misma, ni por el auge del
“sentido común” o por virtudes de la iniciativa privada puestas al
servicio del socialismo, como sería, por ejemplo, el imperio sin
regulaciones de la llamada relación entre la oferta y la demanda. Es
necesario barrer la ineficiencia, el burocratismo y la inercia, y
desarrollar las motivaciones y la capacidad de utilizar bien los
esfuerzos desde el tipo de sociedad que hemos ido creando. “Advierto que
toda resistencia burocrática al estricto cumplimiento de los acuerdos
del Congreso (…) será inútil”, dijo Raúl en la Asamblea Nacional en
agosto pasado.
En la actualidad se despliega en Cuba una situación compleja, donde
conviven los disímiles en paralelo. Entre otros cambios, la obtención de
ingresos y la satisfacción de necesidades y deseos se han vuelto más
directas que en las décadas anteriores, en las que las agencias sociales
eran las mediaciones principales. También ha crecido el papel de lo
internacional en la vida económica personal y familiar de muchos, a
través de remesas, misiones, turismo, trabajo en “firmas” o venta de
servicios.
La gran insuficiencia del socialismo que ha existido a escala
mundial es que no ha logrado todavía acumular fuerzas culturales
suficientes a su favor, eficaces y atractivas en la lucha contra el
capitalismo, y sobre todo para el combate por las
transformaciones liberadoras de las personas, de las relaciones
interpersonales y sociales, y nuevas relaciones con la naturaleza.
Mientras tanto, el capitalismo ha llegado a un callejón sin salida, por
su propia naturaleza actual, que es excluyente para las mayorías,
parasitaria en economía, colonialista, antidemocrática, militarista
agresiva y depredadora del planeta. Pero el capitalismo le sigue sacando
un inmenso provecho al modelo cultural a escala mundial que desarrolló y
a las enormes fuerzas y conocimientos con los que cuenta. Con ellos les
hace a todos los pueblos, incluido el nuestro, una formidable guerra
cultural mediante la cual aspira a convertirse en el controlador de todo
horizonte de vida cotidiana, de realización personal y de convivencia
social.
Como sucede en todo país que tiene un poder revolucionario y realiza
una transición socialista, en Cuba existe una pugna permanente entre las
relaciones y los valores del socialismo y las relaciones y los valores
del capitalismo. Pero, además del poder revolucionario y la decisión
popular de defender nuestro tipo de sociedad, en Cuba funciona una
extraordinaria pacificación de la existencia, desde la persona y las
familias hasta las comunidades y la nación. Esta es una de las mayores
conquistas de la Revolución, aunque casi nunca se habla de ella, y está
en la base de un hecho que es crucial: en Cuba no hay pleitos políticos.
Pero sí existe una gran lucha cultural entre las relaciones y los
valores de ambas maneras de vivir y sentir, y esa lucha señala los
lugares de disyuntiva y las tensiones que marcan la vida de los cubanos
en la actualidad y ante el futuro previsible. En el curso de las dos
últimas décadas, el capitalismo ha recibido refuerzos, pero el
socialismo se sabe y se siente superior como forma de vida humana, y
mantiene su predominio en lo esencial.
El imperialismo norteamericano, por su parte, no ha cejado nunca,
durante más de medio siglo, en su designio de destruir a la Revolución
cubana y volver a dominar a nuestra patria. Ha habido y hay matices y
diferencias tácticas entre ellos, es natural; pero su denominador común
es dictado por su naturaleza criminal: destruir la sociedad que hemos
creado; reimplantar el capitalismo; neocolonizarnos; y borrar nuestro
ejemplo, al que temen tanto, porque es tan subversivo para su orden. Es
necesario mantener el conocimiento de los modos actuales de operar que
utiliza el imperialismo contra Cuba, con sus novedades que quieren ser
sutiles y su vieja soberbia, su raigal inmoralidad y su entraña
reaccionaria. Permítanme citar a un intelectual cubano que tuvo que
convivir años con ellos para servir mejor a la Revolución, y se
convirtió en un héroe: Raúl Antonio Capote, que fue el agente Pablo para
la CIA, pero era Daniel para sus hermanos cubanos. Dice, en su libro
Enemigo, que acaba de publicarse en Cuba: “La Agencia Central de
Inteligencia de los Estados Unidos de América elaboró un complejo plan
de subversión político-ideológica, dirigido a convertir a los jóvenes
cubanos en enemigos de la Revolución. Para lograr sus objetivos
invirtieron cuantiosos recursos humanos y materiales.”
La tarea cubana es difícil, los cubanos estamos conscientes de ello y
el Gobierno Revolucionario da pasos paulatinos para enfrentar los
problemas, al mismo tiempo que preserva el valor supremo, que es la
conservación del carácter socialista del proceso. El compañero Raúl ha
reiterado la necesidad de que la población opine libremente y se
contrapongan criterios, para encontrar los mejores caminos y obtener los
consensos imprescindibles para que sea la participación de un pueblo
revolucionario en las decisiones la que garantice la multiplicación de
los esfuerzos y de los logros, la creatividad y también los sacrificios,
y que esa unión organice y viabilice la fuerza necesaria para vencer
los obstáculos y triunfar. No olvidamos que hay muchos defectos
acumulados, que cierran el paso a la satisfacción de esas necesidades.
La materia misma del problema está pidiendo que se debatan a fondo los
problemas centrales de la concepción revolucionaria socialista, no
alrededor de cualquier sucedáneo fugaz o peligroso, sino en y para la
revolución socialista, y tras sus objetivos más trascendentes.
Ante las duras carencias de recursos materiales, resulta
meridianamente claro que el factor subjetivo tiene que ser el
determinante en la transición socialista cubana. Sería criminal no
utilizar el inmenso potencial que el país ha acumulado en el campo de
los conocimientos, del manejo de las técnicas, de la politización, la
conciencia y la cultura del pueblo. El número y la calidad de personas
capaces y conscientes es superior a los demás recursos disponibles, pero
su utilización efectiva constituye todavía una fracción de lo
esperable: trabas enormes y muchas veces absurdas lo impiden. Si
conseguimos viabilizar la utilización de nuestras fuerzas, podremos
aumentar sensiblemente la producción, los servicios, la eficiencia, el
buen gobierno, la resolución de los problemas, el enfrentamiento de las
carencias, y optimizar el empleo de los recursos con que contamos.
No es necesario ningún recurso material para ser solidario y
ser fraterno, para aprender a no vivir del esfuerzo ajeno o de espaldas a
lo que el país necesita. Exigir laboriosidad y retribuir el
trabajo son dos tareas que pueden hacerse desde posiciones muy
diferentes, incluso opuestas. El capitalismo ha experimentado todos los
usos de la coacción y del dinero para lograr que las mayorías trabajen
con eficacia, y también todas sus combinaciones, en beneficio de su
ganancia y del poder de la burguesía. La transición socialista -y eso lo
ha explicado muy bien el Che en El socialismo y el hombre en Cuba–
tiene puntos de partida muy diferentes para hacer cumplir esas
exigencias sociales, porque sus objetivos son opuestos, y al mismo
tiempo diferentes. El socialismo utiliza el salario y otras categorías
provenientes del capitalismo, pero no se somete a ellas. Y jamás debe
utilizarlas sin el seguro que brinda el mando que ejerce el poder
popular revolucionario sobre la economía.
Los aprendizajes del mundo del trabajo y de la eficiencia en Cuba
están tratando de articularse íntimamente con los de la educación de los
niños y los jóvenes, con la formación moral de todos; por ejemplo, para
qué trabajar, por qué debemos servir a los demás como nos sirven a
nosotros, cómo la producción de bienes y servicios es un requisito
indispensable para mantener y hacer avanzar la justicia social.
Trabajamos para lograr que los medios de comunicación social estén
realmente a favor de la formación socialista y presten ese servicio al
pueblo, que el medio político sea el vehículo eficaz de la participación
popular y se plasme una unión de gobierno y servicio, un lugar donde
sean bienvenidas las iniciativas y las creaciones. La economía y la
política son demasiado importantes para que el pueblo no participe
decisivamente en sus decisiones.
La batalla cubana actual tiene una importancia trascendental. Otra vez se juega allí una parte del destino de este continente.
En los hogares cubanos es cotidiana la referencia al familiar que está
cumpliendo alguna misión de trabajo solidario en otro país de América
Latina y el Caribe, porque son decenas de miles. En Cuba, en las
actividades y organizaciones estudiantiles comparten las cubanas y
cubanos con más de treinta mil estudiantes no cubanos, que en su gran
mayoría son latinoamericanos. En la contienda de las imágenes, que es
crucial en el enfrentamiento cultural mundial entre el imperialismo y
los pueblos, vemos a la gente de abajo, a los más humildes del
continente, explicando cómo viven y resisten, y cómo ahora se movilizan y
tienen esperanzas. La gente en Cuba está pendiente de lo que se sucede
en todos los países hermanos, del Río Bravo a la Patagonia. Vive con
emoción las luchas populares, y los procesos populares de Venezuela,
Bolivia o Ecuador.
Nuestro país desempeña un papel muy notable en la nueva etapa que se
ha abierto en América Latina, y puede hacerlo por la grandeza de la
revolución que supo resistir impávida sin ceder sus principios, formar
un pueblo con cualidades, capacidades y conciencia política
incomparablemente superiores a sus medios materiales, y cambiar la vida y
la sociedad en el sentido de liberaciones, bienestar y dignidad. El
ejemplo que ha dado Cuba a los pueblos colonizados y oprimidos del mundo
es excepcional, y su prestigio le da un lugar privilegiado de potencia
moral, pero también cuenta con fuerzas palpables que son capaces de
actuar a favor de los humildes de este continente de manera eficaz -como
son sus contribuciones en salud y en educación–, y de actuar
políticamente a favor de las alianzas de poderes revolucionarios y las
concertaciones de quienes reclaman autodeterminación para sus países y
avances en la distribución de la riqueza social para sus pueblos.
Las grandes revoluciones contraen enormes obligaciones. José Martí
subtituló “El alma de la revolución y el deber de Cuba en América” a un
artículo suyo que publicó con motivo del tercer aniversario de la
fundación del Partido Revolucionario Cubano. No me referiré a la lección
extraordinaria de teoría para la praxis desde el anticolonialismo que
nos dejó en aquellas pocas páginas, dedicadas a las tareas sumamente
complejas que siempre conllevan las revoluciones. Me limito a citar unas
frases suyas: “Hay que prever, y marchar con el mundo (…) Un error en
Cuba es un error en América, es un error en la humanidad moderna. Quien
se levanta hoy con Cuba, se levanta para todos los tiempos (…) la
independencia de Cuba y Puerto Rico no es sólo el medio único de
asegurar el bienestar decoroso del hombre libre en el trabajo justo a
los habitantes de ambas islas, sino el suceso histórico indispensable
para salvar la independencia amenazada de las Antillas libres, la
independencia amenazada de la América libre, y la dignidad de la
república norteamericana.” Aquel artículo se publicó un 17 de abril. En
esa misma fecha, 67 años después, la fuerza del pueblo y el poder
revolucionario, unidos ya en Cuba, fue a combatir en Girón la invasión
dirigida por Estados Unidos, y obtuvo la primera victoria del socialismo
en América. En el treceavo aniversario, en 1974, Fidel dijo: “Después
de Girón, todos los gobiernos de América Latina fueron un poco más
libres”. Treintiocho años después, podemos parafrasearlo, diciendo que
la victoria del modo de vida socialista en Cuba contribuirá a hacer a
todos los pueblos de América Latina más libres, más socialistas.
(Tomado de Rebelión)
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