sábado, 3 de diciembre de 2011

A los médicos cubanos, en su día

                                        Por Guillermo Rodríguez Rivera

Como tú dices, Silvio, mi familia ha estado llena de médicos. El primero mi padre, que fuera uno de los forenses –eran cuatro médicos– que en Santiago de Cuba le plantaron cara a las mentiras del régimen de Batista para encubrir los asesinatos de los asaltantes al Cuartel Moncada. Luego están mis tres hermanos, que fueron de esos médicos que contribuyeron a formar las huestes de galenos que hoy asisten a enfermos sin recursos en cualquier sitio del planeta. Y los que trabajan en Cuba, para mí, tan o más admirables que los que cumplen misión en África o en América Latina, porque han echado sobre sí todo el trabajo que debieron abandonar sus compañeros, y no reciben el estímulo –moral y material, que los dos hacen falta– que pueden tener los que están en misión internacionalista. Desempeñan una dura y muchas veces ignorada “misión nacionalista”.

Lo que puede faltarle a nuestro sistema de salud son recursos materiales, pero no humanos. La falta de recursos  irrita no sólo a quien no puede recibirlos, sino también, y mucho, a quien tiene que trabajar sin ellos, a quien no puede proporcionarlos sabiendo que se necesitan.

Luego está la tendencia humana a la automedicación, muchas veces acentuada por la familiaridad del cubano.

Mi hermano Luis que fue un clínico excelente, me contaba, riendo que, cuando llegaba una señora y le decía, “Doctor, vengo a que me mande una plaquita”, él le respondía: “No, señora: usted viene a decirme que se siente mal, y yo soy quien debo decidir si lo que usted necesita es una radiografía”.

El buen trato del médico al paciente es esencial para su curación, pero el respeto del paciente al médico es imprescindible, para que el proceso que es la consulta médica tenga éxito.

Cuba ha hecho una obra enorme con su sistema de salud que, con sus defectos y carencias, ha llevado el servicio médico y la curación más sofisticados a sitios donde ni se sueña con tenerlo, en otras partes del mundo.

Parte esencial de esa obra son los trabajadores de la salud cubanos. El Día del Médico, que se celebraba por ser el 3 de diciembre el natalicio de Carlos Juan Finlay se ha democratizado más, y se ha ampliado a todo el que trabaja en el complejo sistema que es asistir a la salud humana. Pero no hay que olvidar que el médico es el centro de ese sistema. Creo que los cubanos, que nos curamos con él, tenemos que considerarlo, respetarlo y quererlo. Porque, además, eso nos va a mejorar el éxito del tratamiento.

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