Por supuesto que no
había nacido cuando
Girón, que era una niña
en el 80, con lazos
rojos y uniforme de
primaria cuando me
sorprendió la voz de
Sara González por
primera vez. Estaba en
el enorme patio de la
escuela Julio Antonio
Mella, en la villa del
Espíritu Santo, un día
nublado. Pusieron otros
temas, pero ninguno
lograba conmoverme, el
canto de aquella mujer,
llegaba con un
torbellino de imágenes
tremendas, y nos traía
de regreso a los
mambises, cabalgando
hacia la eternidad,
hablaba de recordar a
los héroes, sin llanto.
A pesar de no conocerla
sentí que me era tan
cercana, tan necesario
ese clamor. Vi los ojos,
el rostro grave de
Martí, Martí y mi madre
me fueron a buscar a la
escuela esa tarde, mi
madre me explicó que la
canción había sido
escrita para recordar a
los mártires, para
recordar la victoria de
Girón. Martí me dijo que
la voz de Sara no solo
era melodía, las
palabras también
formaban versos y que
ella era una poeta, me
anunció con cierta
gravedad que algún día
yo también sería poeta.
Recuerdo que me lo dijo
con un poco de pesar,
como se dicen las malas
noticias. Música y
poesía era ella misma,
me pareció inolvidable
su canción, la fuerza de
esa voz que me conmovía
tremendamente,
regalándome su visión,
su manera de sentir la
patria, de amar a los
héroes.
Hace como un año la
conocí, en una reunión
tediosa, yo estaba
sentada junto a Sigfredo
Ariel, y él recibió un
mensaje de Sara
pidiéndole que le
guardara un asiento
junto al suyo, le pedí
que me la presentara y
me dijo que sí, que por
supuesto. Un poco más
tarde llegó, se sentó
junto a mí y comenzamos
una larga conversación,
como si hubiéramos sido
amigas de años. Sigfredo
no tuvo que
presentarnos, la
energía fluía, su
conversación era
magnífica, con
observaciones agudas,
pero siempre simpática,
inteligente.
Hace unos días nos
reencontramos. Fui con
Abel, Morlote y otros
amigos al hospital donde
se encuentra
recuperándose de una
enfermedad que no ha
logrado cambiarla, era
la misma que había
conocido, la misma
iluminada mujer. Fuimos
a llevarle el premio
Maestro de Juventudes,
en el 25 aniversario de
la AHS, que le había
sido otorgado por su
trabajo de toda la vida
a favor de la cultura
cubana. Es el más alto
reconocimiento que
conceden los jóvenes
artistas a los creadores
que han logrado con su
obra un magisterio.
Así sentimos a Sara,
joven siempre por su
espíritu y cercana,
cantándole a nuestras
gestas, auténtica,
incansable,
conversadora, maestra de
juventudes, voz de la
Patria.
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