viernes, 12 de noviembre de 2010

Chinerías de Lezama Lima (III)


Rogelio Rodríguez Coronel

Desde el punto de vista estructural, el Capítulo VII de Paradiso es el último de la etapa «placentaria» y representa un tránsito hacia la «caída», la salida de José Cemí al mundo, su descenso al infierno (Cap. VIII), para iniciar una trayectoria ascendente en su formación como poeta, hasta la conquista de la imagen que fije la memoria: la encarnación del cielo en la tierra; el camino del medio que procuraba Confucio.

Para la consecución de esta senda, Cemí tiene que transitar por espacios disímiles y nutrirse de experiencias sociales, sexuales, políticas, de relaciones humanas, creativas; de todas aquellas necesarias para su formación como poeta. Para ello, Cemí incorpora las vivencias oblicuas (como diría Lezama) que le proporcionan sus amigos Fronesis y Foción.

A partir de las señas existentes en la novela, la crítica se ha referido a Cemí, Fronesis y Foción como la plasmación de una tríada pitagórica, lo cual ha sido relacionado con la dialéctica hegeliana. El propio texto lo señala:

Luego de una estancia en el cine, los tres amigos se encuentran en un café y Fronesis dice: «Estamos hechos, sin duda, para formar la tríada pitagórica […], el azar me une con Foción en el Hades del cine y el azar nos une con Cemí en la luz».1

Cemí sería, desde esta perspectiva, como la síntesis de Fronesis y Foción. Sin embargo, a la luz del I Ching y el confucionismo, del Tao Te King y Lao-tsé, y de las propias reflexiones de Lezama en «Las eras imaginarias: la biblioteca como dragón», se puede diseñar otra senda de análisis que no niega la anterior; antes bien, la complementa al profundizarla.

Uno de los referentes fundamentales de la tríada pitagórica favorece la relación cielo, tierra y averno. En este sentido, Fronesis estaría más cerca de encarnar lo celeste, y Foción, decididamente, lo infernal.

En un pasaje del Capítulo X, Cemí medita sobre el grado y la esencia de sus amistados. Tenía a Foción «en sus descensos al Hades», y a Fronesis «cuando regresaba a la luz. Sabía que una triada amistosa es ganar la adolescencia». (p. 365)

Cemí, por su parte, considera que Fronesis tiene «lo que los chinos llaman li, es decir, conducta de orientación cósmica, la configuración, la forma perfecta que se adopta frente a un hecho, tal vez, lo que dentro de la tradición clásica nuestra se puede llamar belleza dentro de un estilo». (p. 366)

En el confucionismo, el término li, uno de los principios claves de la enseñanza del Maestro, posee varios significados, y suele traducirse como decoro, reverencia, cortesía, ritual o norma ideal de conducta. Confucio lo consideraba como el modelo supremo del comportamiento social, moral y religioso.

Así, Foción y Fronesis son fuerzas contradictorias dentro de las cuales traza su camino José Cemí. Son el yin y el yang, opuestos y complementarios para lograr la armonía del protagonista de Paradiso.

Las categorías de yin y yang fueron concebidas por el taoísmo y poseen características no solo históricas sino también cosmológicas, metafísicas, humanísticas. Se fundamentan en la dualidad existente en todo el universo y pueden aplicarse al análisis de cualquier fenómeno, pues representan dos fuerzas (energías) opuestas en conflicto permanente, de donde surge la contradicción y el cambio perpetuos. Todo lo existente en el mundo material o espiritual posee un complemento del que depende para su existencia y que, a su vez, existe dentro de él mismo. De esto se deduce que nada existe en estado puro ni tampoco en absoluta quietud, sino en una continua transformación. El yin (negro) es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang (blanco) es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. El yin y el yang surgen del Tao, principio generador de todas las cosas.

En «Las eras imaginarias: la biblioteca como dragón», Lezama Lima expone sus consideraciones sobre el par dialéctico: «El gran Hecho es siempre la gran unidad, la nebulosa donde se conjugan el elemento ying [sic] y yang, que en la pintura china aparece siempre como una metamorfosis que se desenvuelve desde la penetración de la luz a los retiramientos brumosos». (p. 119)

Y, más adelante, precisa: «Pero no se trata de una antítesis, sino de un vaivén de lo informe y creador a lo informe creador. El padre es yang con respecto a su hijo que es ying [sic], pero éste a su vez es yang con respecto a su hijo. Se le ha llamado por los sinólogos contemporáneos un complejo de rúbricas maestras y en su raíz está siempre el embrión». (p. 137)

En lo hecho y en lo por hacer, dice Lezama, están el yin y el yang. En Cemí están Foción y Fronesis.

La crítica ha fundamentado el carácter antitético de estos dos personajes: Fronesis representa la eticidad y el orden; Foción encarna la amoralidad y el caos; sin embargo, muchos pasajes de la novela rebelan la comunión entre ambos; un secreto y cómplice vínculo amoroso los une hasta tal punto que Cemí, en ocasiones, se siente excluido. En Paradiso, Foción esparce el amor que siente por Fronesis. Allí, Eros instaura la unidad de los contrarios, «el vaivén de lo informe y creador a lo informe creador», cuya epifanía llega en Oppiano Licario cuando Fronesis, excitado por una extraña y lujuriosa circunstancia, en un ámbito onírico, se masturba pensando en Foción, y entonces su energía alcanza la plenitud: «[…] ya no había que rechazar ni que aceptar. Era, por el contrario, una aceptación cósmica».2 En la cláusula 42 del Tao Te King se dice: «Las innumerables cosas llevan el yin a sus espaldas y abrazan el yang, y su armonía vital deriva de la mezcla adecuada de los dos alientos vitales».

La crítica también ha percibido, inducida por el propio texto, la tríada pitagórica en las relaciones entre Oppiano, Cemí e Ynaca Eco, que provienen de Paradiso y culminan en Oppiano Licario. Pero una interpretación más aguda se alcanza si se piensa en la dialéctica del yin y el yang que encierran las significaciones de los dos hermanos. No son, Oppiano e Ynaca, tesis y antítesis, como era posible apreciar en los valores de Fronesis y Foción, sino más bien entes complementarios.

En un pasaje de «Las eras imaginarias: la biblioteca como dragón», Lezama expresa el significado de Fou Hi, «el sucesor del Prometeo chino» —mencionado en Paradiso— y de Niu Kua, su hermana. Allí reflexiona:

La hermana de Fou Hi, Niu Kua, que señala la liberación de la sucesión paradisiaca de hermanos, sin determinar su génesis, lo protege contra su primer ministro, su ángel malo. Cuando éste rompió la bóveda del cielo, Niu Kua ablandó las piedras y poniéndolas una detrás de otra logró reconstruir el cielo. ¿Fou Hi y su hermana Niu Kua fueron dos personas, o el ying [sic] y el yang encarnados en una sola persona? Parecían representar formas de dualismos, la conjugación de lo masculino y lo femenino, colas de sirenas androginales que se enroscan mutuamente. Uno con la regla, otro con el compás, ceñidos ambos por sus colas de serpientes o de sirenas. (p. 112)

Por un súbito, como diría Lezama, cuando leí este fragmento recordé a Oppiano y a Ynaca Eco, cuyo segundo nombre implica una cristalina resonancia del hermano. ¿E Ynaca no será una especie de anagrama de Niu Kua? La intuición se volvió certeza cuando pensé las novelas desde este horizonte, y me encontré con estas palabras de Oppiano:

Mi hermana y yo buscamos, quizá no lo encontremos nunca, el nexus de esos prodigios, lo que yo llamo las excepciones morfológicas que forman parte del rostro de lo invisible. Digo que quizás no lo encontraremos porque somos tan solo dueños de una mitad cada uno. Yo tengo la mitad que representa las coordenadas o fuerza asociativa de reminiscencia, ella la visión de reconstruir los fragmentos en un todo. Si yo lograra el nexus de la reminiscencia en el devenir y ella pudiera recordar en su totalidad la fatalidad de cada movimiento, o la necesidad invariable de lo que sucede, lograríamos como una especie de esfera transparente, como un lapidario que hubiera encontrado una sustancia capaz de reproducir incesantemente el movimiento de los peces. (p. 368)

La esfera, la sustancia que contiene las transmutaciones incesantes, el yin y el yang, de donde procede el embrión, el Gran Uno taoísta, y en ese espacio reside la creación de la imagen. En Ynaca dejó Cemí su semilla, el embrión.

En «Las eras imaginarias: la biblioteca como dragón», Lezama se detiene en la significación del I Ching y esclarece más el valor de Fou Hi:

De tal manera que situado Fou Hi en el tercer milenio antes de Cristo, el chino precisa en él la aparición de la cronología, la separación de cielo y tierra, de lo mítico y lo histórico, la lejanía como imagen de lo creador. El número y el hálito, la esfera y el Gran uno, los instrumentos musicales de madera y de seda, la línea que se mantiene y la que se quiebra, lo que expresa el espacio vacío, todo eso en el chino es acto naciente, es lejanía y es imagen. (pp. 111-112)

Si la dualidad Fronesis/Foción son los impulsos que otorgan a José Cemí el conocimiento de vida y una escala de valores necesarios para su formación como poeta, la pareja Oppiano/Ynaca le proporciona el reino de la poesía, de la imago. Ambas constituyen los pivotes armónicos del lezamiano sistema poético del mundo.

Numerosas son las referencias tanto en Paradiso como en Oppiano Licario a la cultura china. Por ejemplo, en esta última, Champollion y Margaret viven en la Rue du Dragon, y Margaret, en su pintura, «quiere encontrar relaciones entre el sonido masculino y el femenino y las líneas que se continúan y se fragmentan también masculinas y femeninas, en los trigramas chinos». (pp. 147-148)

Finalmente, existe una coincidencia del número de capítulos de Paradiso con los proyectados para Inferno. Las dos novelas tendrían catorce, como las estaciones del Via Crucis, o ¿no sería sugerente pensar en el hexagrama 14 del I Ching (TA YU / POSESIÓN DE LO GRANDE)? Así reza: «Posesión en gran medida. Éxito supremo». «Los dos trigramas indican que la fuerza y la claridad se unen. El gran haber es determinado por el destino y corresponde a la época. ¿Cómo puede ser que la línea fuerte tenga el poder de mantener juntas y de poseer los elementos fuertes? Eso viene de su voluntad libre de egoísmo. La virtud de una modestia excepcional contribuye. La época es favorable. Fuerza al interior, claridad y cultura al exterior. El poder se exterioriza con fineza y dominio de sí mismo. Eso trae un éxito sublime y riqueza».

Pero todas las huellas culturales chinas que puedan encontrarse en la obra de Lezama son parte de un macrocosmos integrativo que encuentra su centro gravitacional en el cristianismo, vía unitiva. Los más antiguos libros sapienciales, desde el egipcio Libro de los muertos hasta el Popol Vuh maya, el I Ching y los libros clásicos del confusionismo, el Tao Te King, y sobre todo la Biblia de los hebreos, nutren un afán católico —en el sentido primigenio del término— de conocimiento y expresión, de interrogantes y respuestas, arropado por la más fértil y jubilosa cubanía. Ese es su legado mayor.

Notas:
1- José Lezama Lima: Paradiso (4ta. Ed.). Letras Cubanas, La Habana, 2006, p. 362. A partir de ahora, consignaré el número de página en el propio texto, todas remitidas a esta edición.
2- José Lezama Lima: Oppiano Licario. Introducción y notas de César López. Cátedra, Madrid, 1989, p. 252. A partir de ahora, consignaré el número de página en el propio texto, todas remitidas a esta edición.

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