Por: Pedro Prada

El Regimiento Inmortal ha vuelto a salir hoy 9 de mayo de 2018 a las calles de Moscú, de toda Rusia y del mundo.
En una de las páginas de Crónicas del Derrumbe Soviético (Ocean Sur, 2014) narré el dolor y la indignación de ver rendida la bandera de la hoz y el martillo ante la de las barras y las estrellas, a manos de un presunto oficial de las Fuerzas Armadas rusas. Era el 9 de mayo de 1991, apenas 5 meses después de desaparecida la URSS, y el oportunismo, la confusión y la traición habían convertido la celebración en jornada luctuosa.
Tras estudiar y conocer mejor las formas de lucha no convencional del poderoso adversario, he albergado las sospechas de que aquello pudo ser un desmoralizante montaje, hecho con alevosía y premeditación, para golpear el orgullo nacional del gran país euroasiático, así como se han coreografiado después la represión y las manifestaciones en Libia, Siria, Venezuela, Nicaragua…
El modo guarda similitud con los simbólicos derribos de monumentos dedicados a los soldados soviéticos en los países de Europa del Este que aquellos ayudaron a liberar del fascismo. Va en paralelo con los empeños de universidades estadounidenses y europeas donde anida lo más rancio del pensamiento conservador contemporáneo, que se esfuerzan en reescribir la historia y lo difunden con la participación de los medios transnacionales.
El Regimiento Inmortal ha vuelto a salir hoy 9 de mayo de 2018 a las calles de Moscú, de toda Rusia y del mundo.
En una de las páginas de Crónicas del Derrumbe Soviético (Ocean Sur, 2014) narré el dolor y la indignación de ver rendida la bandera de la hoz y el martillo ante la de las barras y las estrellas, a manos de un presunto oficial de las Fuerzas Armadas rusas. Era el 9 de mayo de 1991, apenas 5 meses después de desaparecida la URSS, y el oportunismo, la confusión y la traición habían convertido la celebración en jornada luctuosa.
Tras estudiar y conocer mejor las formas de lucha no convencional del poderoso adversario, he albergado las sospechas de que aquello pudo ser un desmoralizante montaje, hecho con alevosía y premeditación, para golpear el orgullo nacional del gran país euroasiático, así como se han coreografiado después la represión y las manifestaciones en Libia, Siria, Venezuela, Nicaragua…
El modo guarda similitud con los simbólicos derribos de monumentos dedicados a los soldados soviéticos en los países de Europa del Este que aquellos ayudaron a liberar del fascismo. Va en paralelo con los empeños de universidades estadounidenses y europeas donde anida lo más rancio del pensamiento conservador contemporáneo, que se esfuerzan en reescribir la historia y lo difunden con la participación de los medios transnacionales.