jueves, 31 de mayo de 2018

La sangrienta dictadura de la plutocracia norteamericana (Parte I)

Por Miguel Angel García Alzugaray

 “La bestialidad del imperialismo, la bestialidad que no conoce límites, que no tiene fronteras, la bestialidad de los ejércitos de Hitler es como la bestialidad de América del Norte…porque es la esencia del imperialismo convertir a los hombres en animales salvajes, sedientos de sangre, decididos a masacrar, matar, asesinar y destruir el último vestigio de la imagen del revolucionario o partidario en cualquier régimen que aplasta bajo sus botas, ya que lucha por la libertad”

Ernesto Che Guevara, Discurso en la Asamblea de la ONU, 1964


Sí, Democracia es el gobierno del pueblo, algo bastante alejado de la realidad de Estados Unidos, país que se ha vendido al mundo como el campeón de los campeones de las libertades civiles de sus ciudadanos. 


Según los voceros del gobierno estadounidense, esa nación puede dar lecciones a las demás de cómo se deben respetar los derechos humanos, sin embargo, en honor a la verdad, lo que existe es la tiranía de una plutocracia.

Plutocracia es un sistema en el cual el gobierno lo ejerce el señor Dinero y aquellos que lo tienen en abundancia. Y esta afirmación no se desprende simplonamente de una crítica sin base del modelo político de ese país, sino del análisis de cómo se triangulan los recursos económicos de los contribuyentes estadounidenses, a fin de que sigan mandando los que siempre lo han hecho, por los siglos de los siglos.

Los subsidios agrícolas y el financiamiento de las campañas 

La ecuación es muy sencilla. El gobierno de EE.UU. invierte sumas groseras, que han sido criticadas por todo el planeta, en subsidios agrícolas. El país que vive pretendiéndole imponer al mundo la idea de que la panacea para resolver todos los problemas de la humanidad es el libre comercio para que las leyes naturales regulen al mercado, es el mismo país que le regala dinero a manos llenas a sus agricultores, provocando graves distorsiones en el sistema económico mundial.

Al mismo tiempo, le exige a China y a a los países en desarrollo que reduzcan las barreras arancelarias, para que sus productos subsidiados puedan entrar libremente en estas naciones, en una competencia claramente desleal. Una pelea de mono amarrado contra león suelto. No existe país en el mundo que no haya reclamado este ventajismo por parte de los Estados Unidos. China, India, Europa completa, África, América Latina, todos han protestado ante la Organización Mundial del Comercio la política de subsidios estadounidenses, al punto de que debido a ella, hasta ahora, han fracasado todas las rondas de negociación que se han planteado en el seno de la OMC.

Las cifras de subsidios son astronómicas. Estamos hablando de que EE.UU. regala a sus agricultores un monto que supera en más de 20 veces los ingresos por exportaciones de toda Latinoamérica.

Pero en realidad no es un regalo, sino una triangulación. Entre los financistas de las campañas electorales en los EE.UU. está el sector agrícola. Eso se traduce, en otras palabras, que el dinero de los contribuyentes estadounidenses, que es utilizado para subsidiar a los agricultores, termina en las manos de los partidos políticos del estatus (demócratas y republicanos), para que estos, a su vez, financien las campañas electorales de sus respectivos candidatos a presidente, senadores, representantes o gobernadores, quienes a su vez seguirán aprobando los subsidios a costa del pueblo que paga impuestos.

La avaricia por el dinero

Es normal escuchar en los noticieros estadounidenses a los senadores y representantes afirmar que, al día siguiente de ser electos, comienzan a buscar financiamiento para su reelección.

En las películas y series de televisión estadounidenses, cuando la ciencia ficción habla de campañas electorales, siempre vemos que los comandos de campaña tienen, como tarea fundamental, conseguir recursos económicos. Inclusive, cuando en la trama necesitan imprimir algo de drama, siempre sucede que algún grupo retira el financiamiento lo que amenaza con impedir finalizar la campaña.

Nadie obtiene un cargo de elección popular en los Estados Unidos si no cuenta con exorbitantes sumas de dinero. El pueblo no importa, importan los dólares. Por eso, es una plutocracia.

UN IMPERIO FASCISTA SEDIENTO DE SANGRE

Esta secular avaricia por el dinero de los círculos de poder norteamericanos, de los que Donald Trump es un claro exponente, han convertido a esa nación en un imperio fascista sediento de sangre.

Así, las operaciones bélicas en Siria e Irak por parte de Estados Unidos y sus aliados, mantienen la política de hostigamiento y desestabilización del gobierno de Bashar al Assad. Bajo la coartada que se combate a Daesh, son la expresión crónica de la política exterior estadounidense. Política que suele plantear, en el plano internacional, la resolución de sus problemas internos. Generando con ello cohesiones frente a enemigos reales o inventados de tal forma de levantar la imagen, no sólo del presidente estadounidense sino también de su partido político y de esa forma tratar de primar en la cámara alta, teniendo una mayoría tal que no cuestione las políticas implementadas durante su administración.

Es un juego interno, que repercute trágicamente en la vida de miles de personas en zonas del mundo donde esa política exterior estadounidense se manifiesta con muerte y destrucción. No es casual que las intervenciones de los gobiernos estadounidenses en terceros países, ya sea en forma directa como fue en Irak y Afganistán o a través de la estrategia de Barack Obama del Leading from Behind, son claros antecedentes de elecciones presidenciales o de representantes parlamentarios y en ese contexto, el complejo militar- industrial estadounidense suele jugar un papel fundamental, en el marco de las nuevas estrategias globales, donde los enemigos de ayer no son los mismos de hoy. Pero se les ataca con la misma saña.

Hasta el fin de la Guerra Fría, los estrategas del Pentágono estaban preocupados por la amenaza planteada por los denominados – según el nombre dados por los creativos políticos estadounidenses – Rogue Regimes (regímenes parias o Estados Canallas) del Tercer Mundo. Pero, desde finales de la década de los noventa del siglo XX han sido cada día más numerosos los expertos militares, que alertan a la administración estadounidense, de la hipotética manifestación y lo que pueda deparar esa aparición de un “oponente de potencia comparable” (peer competitor), es decir, un Estado con la fuerza suficiente, para poder enfrentarse a Estados Unidos con posibilidades casi iguales de derrotarlo en distintos campos, no sólo en lo militar.

El Profesor de Relaciones Internacionales del Hampshire College, autor del ya clásico ensayo “la Nueva Estrategia Militar de los Estados Unidos Michael Klare sentenciaba a inicios del año dos mil, que ese oponente todavía no existe – aunque se visualizara bajo el nombre de China y/o Rusia – pero la eventualidad de su aparición modificó las perspectivas estratégicas de Estados Unidos. “La política oficial en ese plano ha cambiado, pues si hasta fines de la administración de George W. Bush la prioridad era mantener una fuerza militar suficiente, para llevar a cabo y ganar simultáneamente dos “grandes conflictos regionales”: uno de ellos en el Golfo Pérsico (claramente especificado contra Irán) y el otro en Asia (contra Corea del Norte) hoy los nuevos enemigos se han multiplicado. Irán y Corea del Norte siguen siendo considerados blancos y enemigos de las estrategias de dominación de Washington pero, agregando nuevos nombres, sobre todo tras el derrocamiento de la Libia de Gaddafi.

La postura oficial planteada por Klare, cambió a medida que los analistas militares estadounidenses, con la llegada a la Casa Blanca del Premio Nobel de la Paz Barack Obama comenzaron a inclinarse hacia escenarios distintos. Léase: Un conflicto con Moscú por los recursos hidrocarburíferos, oleoductos, gaseoductos y materias primas de la zona del Mar Caspio y una guerra contra Beijing, para garantizar la libertad de navegación – según la libertad que entiende Estados Unidos junto a sus socios japoneses y de Corea del Sur -en el Mar de la China. Libertad de navegación que esconde el propósito mayor: limitar a China sus capacidades de comerciar con el mundo de la manera que lo está haciendo, pasando de ser una potencia regional a una de carácter global.

Es este horizonte de pugnas políticas, económicas y militares, lo que ha generado la aprobación de ingentes sumas de dinero, para desarrollar una estrategia política- militar, en condiciones económicas recesivas en Estados Unidos y que bajo la administración del premio Nobel de la paz, Barack Hussein Obama se elevó a los 600 mil millones de dólares (en comparación a los 100 mil millones de dólares que significa el presupuesto de Defensa de China y los 100 mil que corresponden a lo presupuestado por Rusia).

Recuerdo en ello un análisis de algunos años atrás, pero plenamente vigente, de la editora de la revista Challenge, Roni Ben Efrat, quien sostenía que los presupuestos de defensa de Washington reflejan, bajo sus condiciones económicas una amenazadora fusión “ya que la combinación de ese poder militar y una crisis económica es sumamente peligrosa. Induce a los fuertes a resolver los problemas económicos por medios militares. Esa es la mezcla que engendró el fascismo y permitió un holocausto. Estamos de nuevo ante la misma intersección”.

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