sábado, 19 de marzo de 2016

La vida de una norteamericana en Cuba

 

La vida de una norteamericana en Cuba
LA HABANA. Dicen que los periodistas son los peores entrevistados. Si eso fuera cierto (y no hay pruebas de que lo sea), Conner Gorry sería la excepción. “Yo soy ‘muelera’”, anota, en su español mezclado con “cubano”.
Newyorker de nacimiento, escritora por vocación, viajera con escala indefinida en La Habana. En 1993 aterrizó por primera vez aquí, cuando vino a hacer trabajo voluntario en el campo, mientras terminaba su tesis de maestría sobre el bloqueo norteamericano a la Isla.
“Los cubanos tienen una manera de enfrentar la vida que me inspiró. Cuba está más en línea con mis principios individuales: pensar en los más vulnerables, en toda la sociedad… En Estados Unidos hay una cultura de ‘yo, yo, yo…’, y esa no es mi filosofía, nunca”.

Nueve años después se enamoró de un cubano, se casó y se quedó. Pero la felicidad —también— es un proceso. Los dos períodos presidenciales de Bush le resultaron harto difíciles, sin poder comunicarse apenas con su familia en Nueva York, y sin que ellos pudieran venir.
—Conner —reclamaba la madre— ¡¿por qué no te enamoraste de un cubano de Miami?!
“Yo la miré como diciendo: tú sabes por qué…”.
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The gringa next door
Así se presenta Conner en su blog Here is Havana, un “diario de campaña” donde cuenta lo que vive: alegría, cuentapropismo, resistencia, absurdos… También le gusta componer listas: Seis malditas costumbres cubanasUn glosario cubanoJusto cuando crees que conoces a los cubanos
“Empecé mi blog porque estaba muy fastidiada con algunos blogueros cubanos… Estaban proyectando una visión de Cuba, que pensé: ¿pero dónde vive esa gente?
“Si tú quieres, de verdad, dar una visión de cómo es este país, tienes que mirar lo bueno, lo malo y lo regular; un análisis que muestre el abanico de circunstancias”.
Como una exploradora, o una antigua mensajera, Conner va delante, estudia el terreno, y luego narra su experiencia a los otros. “Es complejo aquí”, dice quien luego de 14 años todavía no logra entender algunas cosas. ¿Quién lo logra, después de todo?
“Les recomiendo: tome en cuenta esto, respete, escuche. Tú sabes, hay turistas que pasan 5 días y tienen la respuesta para todos los problemas. Y les digo: ay, qué interesante, en 5 días tú sacaste esas conclusiones. Los cubanos están trabajando en eso hace 20 años y todavía no tienen respuestas, pero tú sí.
“Antes de llegar yo sabía que las personas meten sus expectativas sobre Cuba, sus prejuicios, por una lente que es muy personal. Pero uno no sabe cómo es un lugar hasta que lo toca con sus propios pies, con sus propias manos. Mucho de mi trabajo ha sido escribir para romper esos mitos, para compartir información sobre la realidad cubana”.
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Obama, coming soon
“Para mí, la visita es el entrante. ‘El pollo del arroz con pollo’ esa semana son The Rolling Stones. Soy muy cínica respecto a los Estados Unidos. Obama tiene agallas, eso está probado, y lo felicito.
Ha sido la primera vez que escucho a un presidente norteamericano afirmando que los cubanos tienen derecho a hacer su propia política, pero Estados Unidos tiene una orientación colonialista todavía. Ellos quieren reformas, quieren influir en el sistema de aquí. Y eso es como: eh, ocúpate de tu casa, no de la mía”.
Café – Bookstore – Oasis
Cuba Libro tiene de las tres cosas: un sitio donde suelen recalar tertulianos fieles, estudiantes extranjeros y los (muchos) amigos de la casa. Conner lo creó hace dos años, y lo define como “un negocio éticamente y socialmente responsable, porque el sector privado tiene obligaciones con la comunidad donde está funcionando”.
Reading is sexy”, se lee en un cartel. Los estantes guardan literatura en inglés. Junto a la puerta hay ediciones más o menos recientes de las revistas Fortune,The New YorkerNationThe Economist.
San Lázaro —el santo de la normalización entre Cuba y Estados Unidos— cuida algunos libros puestos en alto.
Aquel día, el 17 de diciembre de 2014, Conner estaba aquí mismo. “Tuvimos el discurso de Obama en el comedor y el discurso de Raúl en la sala, y estábamos corriendo entre los dos televisores. Fue tan inesperado… no podía creer que no hubiera ningún ‘runrun’ (rumor).
“Hubo mucha gente involucrada en las negociaciones, y los cubanos no son muy buenos guardando secretos. Enseguida pensé: ¿cuánta gente ha guardado ese secreto?”
Después compraron una botella de ron y brindaron. “Nunca pensé que iba a vivir ese momento”.
“Ver a Cuba antes de que pierda su antiguo encanto”
“Eso también es una perspectiva muy neocolonialista. Ah, ¿tú quieres que los edificios se sigan derrumbando? ¿Quieres que el viejo que tiene un almendrón no pueda acceder a un carro moderno? Claro, un solar es muy pintoresco. Eso me saca de quicio un poco, porque es injusto, creo yo.
“Los cubanos merecen más, merecen un desarrollo justo y sostenible. El turista que quiere ver una Cuba pobre o antigua es como Rihanna en La Habana: ella, con zapatos que cuestan dos mil dólares, frente a edificios cayéndose… Mira, no; eso es falta de respeto.
Ellos y yo
Conner habla en plural para referirse a la circunstancia y las personas que la rodean. Cuando dice “somos una isla”, o “todavía tenemos la pirámide invertida”, uno no puede menos que simpatizar con esta mujer, quien asumió problemas que, técnicamente, no le correspondían.
Sin embargo, los nativos, tan famosos por su solidaridad, no siempre captaron el mensaje. “Yo andaba en camellos, hacía guardia en el CDR, pero el cubano de a pie me veía como ‘esa llegó del Norte hace tres días’. Me ha pasado de todo: el cubaneo, que quieran darme gato por liebre.”
—My friend, my friend, where are you from? —preguntaba algún pillo.
—¿De dónde yo soy? De 100 y Boyeros —respondía ella, cuando vivía en esa zona.
“Ahora es gracioso, aunque al principio me costó mucho trabajo. Yo estaba muy comprometida, pero no aceptada. A veces pensaba: bueno, qué tengo que hacer para que los cubanos me vean como una aliada, una fuente de apoyo, una amiga; y no como un dólar, o alguien de paseo.
“Ya ha mejorado, porque con tanto turismo, la gente mira mis tenis de mala muerte y dicen: Ah, esa puede ser turista pero no está forrada”.
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Como reportera de MEDICC Review, Conner viajó con la Brigada Henry Reeve a Paquistán y Haití. Allí los doctores la llamaban “la yuma-cubana-periodista”, y al tener su propio apodo se sintió reconocida, incluso feliz.
Precisamente luego de abrir Cuba Libro, descubrió cuántos extranjeros viven en la Isla, si bien pocos son estadounidenses. “Hay estudiantes de universidades norteamericanas que pasan aquí un semestre; hay antropólogos, académicos… Pero no es igual.
“Eso no es como fumigar todas las semanas, eso no es llenar la balita del gas, las dificultades para comunicar con la familia fuera, las colas… Para ellos es como un cuento de guerra: ‘ay, el apagón de un día’… Cuando estás aquí, aplatanada, tienes que aprender a hacer las cosas a lo cubano”.
(Tomado de Progreso Semanal)

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