sábado, 21 de noviembre de 2015

¿Sólo porque #soncubanos?

Parto de que el mero hecho de que existan fronteras me parece alienante y ridículo -pero existen- y de que el que las personas tengan que abandonar su país en busca de mejores condiciones de vida me parece decepcionante y triste -pero pasa desde tiempos remotos y pasará-.

En estos días hemos observado, espantados, cómo arremeten contra casi dos mil cubanos varados entre Costa Rica y Nicaragua, rumbo a Estados Unidos. Policías antidisturbios nicaragüenses lanzan gases lacrimógenos y balas de goma contra una multitud indefensa y pacífica que solo pide: ¡pasar, pasar, pasar!

La desesperación, la inocencia, el maltrato contra los nuestros nos hierve la sangre y no se hicieron esperar las voces de condena y acción por todas partes y rincones de las redes sociales: iniciativas, mensajes, campañas; en especial, ante una prensa cubana muda y estéril, que no es capaz de activarse ni cuando le dañan al prójimo más prójimo. El silencio oficial, una vez más, se revierte contra sí mismo.


Me siento orgullosa de pertenecer a un pueblo donde una injusticia cometida contra otros conciudadanos despierta tanta agitación y disgusto. Sin embargo, me llama la atención la etiqueta con la que se está divulgando la campaña: #soncubanos.

Y yo me pregunto, ¿sólo porque son cubanos nos movilizamos? ¿sólo porque son cubanos merecen un trato digno y humanitario?

Es preocupante que hagamos tal diferenciación, en un contexto de crisis migratoria mundial, o en cualquier contexto. En algunos comentarios, incluso, llegué a leer insultos racistas y xenófobos contra los latinoamericanos y seguramente a muchos de los que han comentado no se les ocurrió nunca activarse por los sirios, afganos o senegaleses que buscan llegar a Europa ni por los miles de niños que hacen solos su travesía hacia los Estados Unidos, víctimas del desierto y la barbarie de coyotes y traficantes.

El hecho de vivir en una isla nos ha tenido siempre un tanto embelesados y absortos en nosotros mismos. No tenemos fronteras y por tanto tampoco dilemas fronterizos, más que los rejuegos de la política sucia de Estados Unidos, que fomenta la emigración ilegal. No tenemos grandes diferencias raciales o étnicas pues todos somos una gran mezcla de sangres y culturas. Y por eso no conocemos muchos conflictos ni hemos vivido en carne propia muchas discriminaciones (otras sí). Diariamente son detenidas en las fronteras latinoamericanas un sinnúmero de personas, deportadas, maltratadas, abusadas e incluso, asesinadas. ¿Alguien lo denuncia en Facebook? ¿Nos duele?

Luego escuchamos a algunos cubanos de Cuba o La Florida, quejarse ante la llegada constante de “latinos”, y por algún motivo que no logro intuir, diferenciarse de éstos con desmemoria y ligereza.

No creceremos nunca como pueblo si no nos entendemos y asumimos como parte de un sistema mundo que nos abarca y nos supera, que  nos reduce, nos agranda y nos iguala. Debemos dejar atrás el egocentrismo vano, el patrioterismo barato y la tonta arrogancia de creernos el centro del mundo.

La injusticia es una y de todos. Y deberíamos ser capaces de levantarnos contra ella en cualquier latitud. Eso y nada más nos haría merecedores de humanidad y respeto.

Yo me pronuncio hoy por la acogida de miles de sirios que llegan a Lesbos u otras zonas del Mediterráneo Europeo, huyendo despavoridos de un terror que nosotros ni siquiera imaginamos. Estoy con los familiares de las víctimas de los atentados de París, El Líbano o Ankara y estoy, por supuesto, con los dos mil cubanos que esperan seguir camino, varados entre Costa Rica y Nicaragua, con destino a lo que consideran será una vida mejor. Ese es un derecho de todos. Estoy con ellos porque #SONHUMANOS.

(tomado de Con el Santo Claro)

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