miércoles, 27 de mayo de 2015

Tania Bruguera: Tatlin o el artivismo, el mismo sordo susurro

Tania Bruguera, ¿artista o Dama de Blanco?
Por Cristian Alejandro Kadry


Es 2009 y La Habana está de Bienal. Ella –artista al fin- no se quiere perder la fiesta y se suma con otra de sus propuestas, donde el romance arte-conducta engendra ese hijo muy suyo que llama arte útil. Le titula El susurro de Tatlin y el show se monta en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, epicentro de la Bienal.

La performance, donde el público -atrezo y micrófono mediante- opina durante un minuto sobre cuestiones internas de la propia Bienal o situaciones que involucraban a la macro sociedad en su conjunto, se robó los espacios de algunos medios durante el evento y no precisamente por sus excelsas cualidades estéticas y conceptuales. No obstante, tiempo y espacio y se confabularon para que el arte se viera como tal.

Un lustro después, el eco de Tatlin, se quiere escuchar en La Habana –a pesar de haberse presentado de manera similar en otras ciudades, a donde nunca regresó- pretende un remake en La Habana, ahora sin Bienal ni arte, ni motivo aparente, pero quiere volver.

Es diciembre de 2014, y solo horas después del 17 D (diciembre 17) cuando Cuba y Estados –luego de más de medio siglo- anuncian el inicio del deshielo en sus relaciones diplomáticas, sujetas a no pocas condicionantes y mucha, mucha oposición y recelo. ¿Qué hacer entonces? O mejor, ¿qué dicta hacer la ética….política, artística, moral, humana…? ¿Actuar de buena voluntad o avivar la hoguera con los vientos del odio y así evitar a toda costa y todo costo cualquier tipo de acercamiento entre los dos vecinos?

En ese contexto quiso regresar Tatlin a La Habana. Tatlin a solas, no el susurro, sino su fantasma. No a la Bienal. No al Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam como espacio de legitimación artística, sino a la Plaza de la Revolución para darle “su merecido espacio” a la política –el campo donde realmente quiso legitimarse- y a sujetos políticos totalmente deslegitimados en la escena cubana, muchos de los cuales se oponen incluso a lo que se avecina luego del 17 D.

Pero esta vez su propuesta llegó precedida de una amplia campaña mediática en espacios tan “nobles” como Diario de Cuba, así como una amplia parafernalia mediática –incluido el chiste de los miles de sms informando que “ese día y a esa hora casualmente habrá cerveza gratis en La Plaza”. 

Según Bruguera, la idea del performance surgió de modo “espontáneo”, a partir de una carta que escribiera “justo” el 17 de diciembre a los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, y al Papa Francisco, en la que exigía que los cubanos “tengamos todos un espacio de participación y el derecho a tener una opinión diferente que no sea castigada” y a “manifestar pacíficamente en la calle a favor o en contra de una decisión del gobierno”. “Hoy como artista te propongo Raúl poner la obra El susurro de Tatlin #6 en la Plaza de la Revolución. Abramos todos los micrófonos y que se escuchen todas las voces; que no sea sólo el resonar de las monedas lo que se nos ofrezca para llenar nuestras vidas. Que los micrófonos no sigan apagados. Aprendamos a hacer algo con nuestros sueños”, escribió Tania Bruguera, quien regresó a la Isla el 26 de diciembre con la intención de presentar el performance.

La proyección mediática de Tania, a propósito de la plataforma Yo también exijo se autodefinió como de “izquierda”, “anticapitalista”, “antimercado”. Sin embargo, sus principales promotores y su tribuna informativa están representados por medios y personas cuyo proyecto esencial para el futuro de Cuba es la restauración del capitalismo y la penetración de las ideas de la ultraderecha norteamericana en todos los órdenes de la vida nacional. Llama la atención entonces, cómo una artista que se dice con “libre pensamiento creativo” al final representa los intereses de un sistema, es absorbida por él.

De tal manera, cabe preguntarse, cuestionarse incluso las motivaciones de Tatlin, de manera especial, en tiempos cuando la propia artista habla, apuesta y defiende lo que llama arte utilitario; ella misma creó la Cátedra de Arte Útil, entonces entendemos muy bien el beneficiario de esta propuesta y cuáles son los beneficios que puede ofrecerle. Sin lógicas de tiempo y espacio, sobran los motivos para entender las dinámicas conductuales de la artista.

Puede que las licencias que ofrece la contemporaneidad del arte le lleven más allá de las disciplinas implícitas en la creación para abarcar la ciencia, la tecnología y los saberes más recónditos, y de tal forma asumir, legitimar y potenciar nuevas formas de expresión, pero no para abrir espacios a la mala fe. (De la cual ella era perfectamente consciente al ser capaz de anticipar la negativa que obtendría por respuesta.) Evidentemente, la artista desde su concepción de la propuesta siempre supo que la performance que propuso traspasaba los límites de lo artístico para convertirse en clara provocación, lo que nunca le importó, así como las nefastas consecuencias de sus actos para la Bienal de La Habana.

En ningún lugar del mundo se entrega irresponsablemente un espacio, un tiempo…la historia. Tania no podía exigir a punta de cañón desde la más irreverente inmadurez que Cuba haciera algo que no pudo hacer en otro país, y lo sabe muy bien ella, quien participó en el movimiento de protesta Occupy Wall Street, como parte de la plataforma educativa y artística Immigrant Movement International, y que conoce del respeto a los espacios.

Como “artista de la conducta” ella sabe que no hay causa sin efecto, y las consecuencias no se han hecho esperar, quién sabe si como parte de “la estrategia” o el desconocimiento inocente de algunos desinformados. Lo cierto es que por estos días nos enteramos de que hay artistas extranjeros que declinan su participación en la Bienal, como resultado de lo sucedido con la irresponsabilidad –¿o consecuencias premeditadas como parte de un gran acto performático que dura hasta hoy?- social de la Bruguera.

Por ejemplo, la artista visual guatemalteca Regina José Galindo afirma que “no puedo viajar a Cuba y presentarme como si nada alrededor pasara. No quiero llegar a Cuba y disfrutar de privilegios mientras los otros alrededor son reprimidos”. ¿De qué espacio “alrededor habla”? ¿Quiénes son aquellos “otros” a los que alude, si incluso a Tania se le dieron más de tres soluciones para que llevara a cabo su obra dentro de un espacio cultural, y todos los rechazó? En realidad me apena y respeto su decisión, pero quedaría mejor ante la opinión pública si estuviese un poco más informada de la realidad de los acontecimientos.

Luego se supo que en Mahattan, el mismísimo centro del neoyorkino centro del mundo, donde durante casi dos horas se abrieron micrófonos “en defensa de la Bruguera y el grafitero Danilo Maldonado –El Sexto- según divulgó la organización Creative Time, otro de los equivocados en la perspectiva de Tatlin.

La más reciente alusión a Tania Bruguera en estos días de casi Bienal, ha sido la convocatoria a una lectura ininterrumpida y discusión del libro Los orígenes del totalitarismo, de la pensadora alemana de origen judío Hannah Arendt.

Según se ha pretendido hacer ver esta acción, planteada como nuevo performance, se celebrará este 20 de mayo en La Habana, ¡por ser la “fecha del aniversario de la República de Cuba”!, y será la primera acción de un supuesto Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt, el cual “propone aportar una plataforma desde la cual se puedan llevar a cabo investigaciones en el orden teórico-práctico para un arte socialmente comprometido y para un momento político determinado", indica el comunicado.

Inevitablemente, vuelven las preguntas a aflorar: ¿en función del compromiso con QUIÉN se interpretará el texto de la Arendt? ¿Para qué tipo de sociedad y “momento político determinado” quiere crear la Bruguera esta plataforma? ¿Acaso no delata con suficiente impudicia que su objetivo es complacer a los que se robaron el nacimiento de nuestra república?

Cuando ni los propios Estados Unidos dejan de reconocer su errónea política respecto a Cuba, y a más de 100 años de acumular pruebas históricas sobre los nuevos modos de colonización que se instauraron en nuestro país a partir de la intervención norteamericana en la guerra de liberación contra España, Tania pretende refrescar la idea demodé de la “república” nacida en 1902.

Demasiado mayúsculo y evidente este nuevo acto suyo de ignorancia deliberada. ¿A qué ética del arte se apega para hacer un llamamiento que celebre la condición de traspatio con que Cuba entró al siglo XX?

Ni el “artivismo” en la forma que lo describe el comunicado lanzado por la Bruguera, ni el susurro impositivo de Tatlin, pueden tener cabida en una sociedad que toma como referente una “república” intervenida. Si desde el principio esa fue la principal contradicción entre la intención de Tania y la realidad de Cuba, ahora queda más que claro.

La Bienal de La Habana no estará ocupada por ningún susurro, ni por reminiscencias de la neocolonización superada, sino por cientos de obras gritando mediante formas, trazos, colores, en decenas de lugares públicos, el mensaje de los artistas realmente comprometidos con la dignidad humana. Quien no se dé la oportunidad de vivirlo, no solo se perderá este acontecimiento cultural de pueblo, sino la oportunidad de conocer de veras la realidad de un país, que nada tiene que ver con lo que quiere vociferar Tatlin, o las cadenas que pretende reenlazar el artivismo.

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