martes, 2 de diciembre de 2014

Leer que Cuba gana

Por Silvio Rodríguez /Segunda Cita.

 No es un tema en el que soy muy ducho. Cuando me preguntaban si practicaba algún deporte, siempre usaba la broma de decir que sí, que el jaibol. Pero también es cierto que toda la vida he nadado, cuando he tenido tiempo y dónde; y que he sido un apasionado del submarinismo, a pesar de lo poco que he podido. En cierta época, cuando lo descubrí, practiqué alguito de karate; paré porque me botaron del tatami, pero me vino bien porque las manos empezaban a deformárseme. Mucho antes, en el semanario Mella, fui fan del ping-pong; me invitaba la mesa del patio y sobre todo tener adversarios como Victoriano de las Causas (conocido por entonces como Víctor Casaus), Sixto Quintela y Pedro Rodríguez García (Peroga), magnífico fotógrafo de mi pueblo.

He estado en el Latinoamericano, no sólo cantando, siendo parte de su trueno. He sido partícula de emoción colectiva en algún juego Cuba - Estados Unidos. Y también he sudado en el Guillermón Moncada, en Santiago de Cuba, cuando a los que participábamos en los festivales de la trova nos alojaban en unas naves que colindaban con el estadio.

Pero sobre todo he tenido el altísimo honor de que inmortales del deporte me hayan llamado amigo, como fue el caso del gigante Teófilo Stevenson, a quien conocí hace siglos en Caracas; o que Ana Fidelia Quirós me haya dado un beso por alguna canción; o que María Caridad Colón, Javier Sotomayor, Alberto Juantorena, Lázaro Vargas u Omar Linares me hallan estrechado la mano y sonreído.

Cuba siempre ha tenido glorias del deporte, pero a mi me tocó vivir en una Cuba que vio multiplicarse sus estrellas y que ha llegado a estar --y digan lo que digan se mantiene--, entre las potencias mundiales de esta hermosa actividad que hermana a los pueblos del planeta.

Todos los pueblos son capaces de grandezas, cuando están unidos y apuntan bien. Qué acierto el de Martí cuando cantaba “Yo vengo de todas partes / y hacia todas partes voy...”, diversidad que las fiestas deportivas ilustran. 

Pero, como cubano que también soy, leer que Cuba gana me emociona. Es un sentimiento que convoca el deporte, el esfuerzo de cada uno de sus protagonistas y, por supuesto, lo que Cuba significa. Porque Cuba no gana para ella sola. Por eso es justo que, aún en la espuma triunfal, nos miremos bien y nos deseemos lo mejor en todo lo demás, como merecen nuestro pueblo y todas esas partes de donde venimos y hacia donde vamos.

Gracias, al deporte cubano. Gracias a México, hermano entrañable de tantas historias cruzadas.

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