viernes, 31 de octubre de 2014

Cuba cambia, ¿cambias tú?

De manera paulatina, sin prisa pero sin pausa, como ha afirmado el presidente cubano Raúl Castro, el país se transforma, aunque a veces no con la celeridad y la profundidad en los cambios que algunos quisieran, más, parafraseando a Ga­lileo Galilei, sin embargo, Cuba se mueve.
Basta recorrer cualquier lugar de la nación, para percatarse de que está en construcción un nuevo país, más diverso y más plural, en el cual confluyen diferentes maneras de hacer y de ver el futuro.
Lo cierto es que los cubanos van demostrando, poco a poco, que no solo son esos pichones que suelen abrir la boca para recibir un bocado del Estado, porque la realidad evidencia que cuando se les ha dado espacio para volar, pueden hacerlo bien y muy alto.
Así por ejemplo, en cualquier lugar de la geografía cubana uno puede contemplar la inmensa cantidad de viviendas que han sido construidas o están en fase de ejecución por esfuerzo propio, contrario a otras etapas donde la gran mayoría esperaba a que el Estado le garantizara una casa donde vivir.
A ello ha contribuido la venta liberada de materiales de la construcción y la agilización de los trámites burocráticos para conseguir los permisos, además del diseño de una política encaminada a facilitar subsidios a las familias más vulnerables y créditos bancarios a quienes se empeñan en el propósito.

Además, como parte del cambio, las personas también se ocupan de la parte estética de los hogares, pintándolos con una combinación de colores llamativos y bonitos, a los cuales acompañan cercas y jardines de bastante buen gusto.

De igual manera, hoy tenemos la opción de acudir al restaurante estatal o a las instalaciones gastronómicas diseñadas por los cuentapropistas, en una sana competencia donde solo perderá aquel que no sea capaz de brindar un buen servicio y de ma­yor calidad.

Asimismo, la reforma migratoria abrió las posibilidades a miles de personas de viajar al exterior de manera natural, opción que les ha permitido trabajar, visitar a la familia, los amigos y por qué no decirlo, también mejorar su economía personal y de paso la del país.
Tampoco constituye un obstáculo vender o comprar una vivienda, y si quieres trabajar la tierra puedes solicitarla a través del Decreto Ley 300, en una sabia decisión que ha incentivado la producción de alimentos, aunque aún no se vea el efecto en los precios, los cuales todavía permanecen inaccesibles a muchos bolsillos.
En fin, son muchas las medidas to­madas por la dirección de la Re­vo­lución en todas las esferas de la so­ciedad para desatar los nudos que ataban el desarrollo de las fuerzas pro­ductivas y liberar el ingenio que siempre ha caracterizado a los cubanos, sin embargo, no todo está res­uel­to porque todavía quedan mu­chos mu­ros por romper y lazos por destrabar.
En ese sentido, resulta evidente que esa no será tarea de un día, ni de dos o tres, sino una faena larga y riesgosa, preñada de obstáculos, incluso de algunos retrocesos, porque la oreja peluda del burocratismo y de aquellos que se resisten al cambio puede aparecer en cualquier mo­mento para poner una zancadilla.
Está claro que ese esfuerzo por transformar a la nación de manera sos­tenida y sustentable, deberá aco­m­­­pañarse por una transformación en la mentalidad de todos los actores que componen la sociedad, en especial de los cuadros, quienes por el poder de decisión y el lugar que ocupan pueden adelantar o retrasar las transformaciones que se llevan a cabo.
Hoy más que nunca, se impone que cada quien cumpla lo que le corresponde, desde el lugar más en­cumbrado hasta el más simple. Y quienes no estén a la altura del mo­mento deben, como dijera Fidel en una ocasión, dar paso a los más capaces para no convertirse en un obstáculo o un estorbo.
No basta tomar medidas desde el gobierno, si estas no van acompañadas por la acción decidida de las grandes mayorías. Cuba cambia, mas se necesita que todos también cambiemos.

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