lunes, 13 de mayo de 2013

Un centímetro en la valla


Mi entrañable amigo Víctor Heredia se ha acercado a Segunda cita, específicamente a un comentario que se llamó “Materialmente pobres”, y nos regala una reflexión que además tiene mucho que ver con lo que hemos venido conversando en estos últimos días. Me ha parecido que vale la pena ponerla como entrada, para así continuar este interesante intercambio que implica a Cuba, a Argentina, a Nuestra América y a todo el mundo.
srd

Silvio querido.

Me siento estúpido llegando tarde siempre a todo. Y también, debo asumirlo, un poco fisgón de vuestras vicisitudes, aunque me excuse mi amor por la revolución cubana. Pero luego de leer y releer tu disparadora “materialmente pobres” y las entrañables y claras opiniones de tus amigos, me permito inmiscuirme, a fuerza de ser soslayado por imprudente, en este debate que aclara llanamente la razón fundamental del pasado febrilmente revolucionario y el, seguro, luminoso futuro de Cuba que también podría ser el nuestro, el de todos quienes buscamos en nuestras endebles políticas, el bienestar de la gente, nuestros hermanos, si ejerciéramos nuestra capacidad crítica, tal cual lo hacen ustedes. No hay duda que la clave de toda imperfección es el camino elegido. Pero esos errores del caminante puestos en el parámetro global de las luchas sociales del planeta, significan un avance de tal magnitud en el estadio humano que ninguno de nuestros gobiernos, llamados democráticos, podría instalarlos ni siquiera como posibles referencias a debatir entre sus pares y menos aún frente a sus opositores. Y no estoy menoscabando la capacidad intelectual o política de nadie, sino tratando de especificar las tremendas diferencias que existen entre un ciudadano que todo lo espera del gobierno elegido, desligándose de sus contribuciones necesarias, ya que vive en un  mundo de absoluta concepción neoliberal y uno que, desde su independencia económica, social, política y educativa, contribuye ética y formalmente con su evidente sacrificio laboral, a un estado que no sólo pretende representarlo, porque de hecho lo hace cuando le otorga entidad intelectual, ciudadanía cierta, derechos inalienables al hombre actual, pero por sobre todas las cosas lo considera su más bella consecuencia.  Creo que esos “pichones” son, a pesar de los pesares que el debate expresa, ejemplo de todos los pueblos, porque aún con sus desacuerdos, desganos y exigencias, todas cuestiones comprensiblemente humanas, estoy seguro aceptarán ser parte de la búsqueda de las nuevas concepciones revolucionarias para Cuba, sencillamente porque son parte de ella, hijos y nietos nacidos de un sueño maravilloso, envidiable en todo sentido.

No quiero dejarme llevar por mis pasiones políticas pero se me ocurre que es más fácil bajar un centímetro en la valla, cuando uno está sobrepasado, que saltar infructuosamente sin capacitación alguna (como nos sucede a muchos), para alcanzar lo que está por encima nuestro a distancia planetaria.

Hermano querido, en  mi humilde opinión y a riesgo de parecer osecuente,  ustedes sólo tienen que ajustar algunas técnicas de economía y producción, y entablar quizá una vía novedosa, profundamente comunicacional y sincera con las nuevas generaciones (cosa que me parece ya están haciendo desde estos debates), a fin de proseguir el loable, aunque sacrificado camino emprendido, para alcanzar un logro que me parece infinitamente posible dadas las altísimas condiciones éticas e intelectuales de tu pueblo.  Sé que nada es sencillo y dicho desde la comodidad del mero discurso,  parece minimizado el esfuerzo futuro por enmendar determinados errores, deslices que son difíciles de endilgarles a quienes lucen como estrellas en medio de tanta oscuridad humana. Justamente por eso emociona saber que, en medio de semejantes intríngulis, ustedes sigan pensando “¿cómo hacer?”

Perdón por este fárrago literario, pero me aferro a tu lema ¿quién para el pensamiento?

Los quiero y admiro.

Víctor

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