por Vladia
Cuando se comenta sobre las virtudes de un directivo, cuadro,
dirigente o funcionario de cualquier instancia, es común escuchar sobre
su lealtad e incondicionalidad.
Pero no lo es tanto que se ponderen su talento, inteligencia o capacidad de adaptación a tiempos nuevos.
Enfatizar en las cualidades éticas, políticas e ideológicas y en el
ejemplo personal resulta recomendación reiterada al hablar de dirigentes
y cuadros, pero… ¿no es importante enfatizar en su talento, cultura,
capacidades, creatividad y actualización para asumir las tareas que le
tocan, y que no son poderes, sino responsabilidades?
Más de cinco décadas han sabido abonar esas cualidades y hacerlas
marchar junto a la necesaria, imprescindible, fidelidad a las esencias
del proyecto social que aquí construimos. Ocurre que para ser fiel a una
causa hay que ser también inteligente y capaz para saber defenderla y
limarle errores.
Se insiste en la necesidad de incrementar de manera progresiva y
sostenida, la promoción a cargos de dirección de mujeres, negros,
mestizos y jóvenes. Quizás habría que detenerse a meditar en este
reclamo. Sin duda, le animan buenas intenciones: lograr una
representatividad, que no hayan discriminaciones, y hasta cuotas se
fijaron en un tiempo para lograrlo. Pero los seres humanos, en
definitiva, somos más que mujeres, negros, mestizos y jóvenes, somos
eso, humanos, personas cuyo sello distintivo para ser elegidas o
rechazadas no puede ser el sexo, el color de la piel o la edad.
De poco valdrá una mujer joven y negra ocupando una importante
responsabilidad, si no tiene nada que aportar; tampoco nada significará
la presencia de un señor blanco y entrado en años, si sus razonamientos
no responden a las urgencias de este presente. Somos mucho más que
números, como recuerda la canción del trovador. Somos lealtad y algo
más.
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